Bye, bye Amy Winehouse
Jul/23/11
Te has tomado el último trago para siempre Amy
te has llevado como equipaje la espesa sombra de tus ojos dilatados.
La pupila titilante se ha ido junto al sonido de tu voz baja y ronca,
voz de hielo forjado y sumergido eternamente en las rocas.
Tu cuerpo se consumía al ritmo de un tabaco oscuro
con el cadencioso y hondo sonido del blues,
a la par de esas voces de estrellas que resonaban sólo en tu cabeza
de frágiles destellos selenitas, coca y marihuana;
aún así en los ecos de tus huecos mentales, las piedras hacían posible
que tu voz brillara con la fuerza inusitada de tu cauda de letras y sonidos
música vibrante entre tus pestañas y dientes postizos;
remolino de avispas cantantes dentro de tu enjambre de cabello azabache
--chongo de diva sesentera con bikini de lunares amarillos--.
¿Quién te trajo a este mundo Amy a lidiar con los fantasmas?
salían en tu soledad periódica para hacerte compañía ¿acaso te rondaban
aquellas voces memorables de los que cumplieron fatídicamente ‘27’?
Gritos coronados con una voz que duró tan sólo unas respiraciones anuales, ciertos discos, mucha droga, mares de alcohol y poca música si se piensa en un racimo de 27 aniversarios; pero no Amy, es mucha música la que se quedó ensimismada en tu garganta,
mientras nosotros, nos quedamos mudos,
tirados de dolor junto al espasmo de tu silueta de humo, consumida y arrugada como una colilla de cigarro, acurrucada en el cenicero de la vida.
Tu rostro lo llevo tatuado como una mancha de licor en la parte baja del alma
desde donde me acompañabas en las depresivas desveladas
cuando de tanto poner tu canto yo también amanecí cruda,
ronca, pálida y quemada de la cara por el sol negro y sordo de la noche.
Hoy por la madrugada te llevó la sombra del sol a la tumba, a tocar, a reír, a cantar con la otra banda de rockeros desaparecidos frente al cristal de la famosa neblina,
solo nos quedan sus reflejos juveniles, geniales, etílicos y alucinados
adiós a los dioses de nuestros soñados suicidios musicalizados.
Vera Milarka
La deuda que tenemos con el juego de la imaginación es incalculable". C.G. Jung
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