Algunos de los capítulos más interesantes de la novela están dedicados a su relación con Max Ernst, 26 años mayor que la pintora
Julieta Riveroll
Ciudad de México (1 marzo 2011).- A Leonora Carrington se le ve como una potranca desbocada, una mujer de personalidad ardiente a la que es imposible doblegar, una excéntrica capaz de desnudarse en público y de escribir y dibujar con las dos manos.
Al menos ése es parte del retrato que la escritora Elena Poniatowska hace de la pintora surrealista en la novela con la que obtuvo el Premio Biblioteca Breve 2011 de la editorial Seix Barral y que ayer se lanzó en México.
La autora de Leonora, amiga de Carrington desde hace más de medio siglo,
admitió que la artista se caracteriza por su actitud retraída y su deseo de
permanecer fuera de los reflectores.
"Protege su intimidad con gran celo desde hace muchos años", aseguró Poniatowska,
por lo que más que entrevistarla conversó con ella sobre su pasado,
se basó en lo ya publicado sobre su vida y obra y lo que no supo, lo inventó.
Hoy en día, a Carrington no le gusta hablar de su relación con Max Ernst, sin embargo algunos de los capítulos más interesantes de la novela están dedicados a esta pareja apasionante, en la que él le llevaba a ella 26 años.
Al lado del pintor de origen alemán, la inglesa entra en contacto con André Bretón, Man Ray, Pablo Picasso, Salvador Dalí y Marcel Duchamp.
Cuando en plena guerra a Ernst lo llevan a un campo de concentración, ella enloquece y es internada en un manicomio de Santander donde le aplican dosis de Cardiazol.
"El tema de la locura siempre me ha llamado mucho la atención", confesó Poniatowska, con quien Carrington ha dialogado ampliamente sobre esa droga que provoca espasmos.
A la novelista le interesó rescatar a un personaje que consideró importante, el poeta mexicano Renato Leduc, que fue esposo de Leonora, pero lo ninguneaban mucho.
Poniatowska negó que se haya tratado de un matrimonio de conveniencia, pese a que gracias a él la artista pudo salir de Europa.
"Leonora decidió dejar Nueva York, dejar el séquito de Peggy Guggenheim (la mecenas) y venirse a México con Leduc. Ella no sabía ni qué cosa era México ni qué le iba a suceder aquí", opinó la también autora de Tinísima y Querido Diego, te abraza Quiela.
En la novela, sin embargo, la pintora se siente desdeñada por Leduc y sólo consigue sentirse bien en este País hasta que encuentra a Remedios Varo, su colega y "hermana gemela", y gracias a ella conoce a Imre Emerico Weisz, el que sería el padre de sus dos hijos.
Es a través de Chiki, este fotógrafo húngaro, que Carrington se convirtió en defensora de todos los judíos, según la escritora reconocida con el Premio Nacional de Periodismo 1978.
"Siempre habló con un gran dolor de los campos de concentración, seguramente porque oyó mucho acerca de ello con Chiki. Además, la comunidad judía en México fue la que más apoyó a Leonora".
Poniatowska ya se había interesado en novelar la vida de mujeres destacadas, como la fotógrafa Tina Modotti en Tinísima, y la soldadera Jesusa Palancares en Hasta no verte Jesús mío.
"(En Leonora) quise hacer un homenaje a un ser humano extraordinario", admitió la cuentista y cronista.
Pese a que la pintora y última representante del surrealismo en México proteja su privacidad, le gusto o no es una figura pública que tiene como amiga a una periodista y los periodistas "somos fundamentalmente intrusos".
Consideró que el reconocimiento literario de Seix Barral la ha dado el entusiasmo necesario para seguir escribiendo. Ya prepara un trabajo sobre su familia, los Poniatowski, al que probablemente le siga una biografía sobre su esposo, Guillermo Haro.
Inmortaliza a su editor
Dentro de la novela, Elena Poniatowska convirtió a su editor Braulio Peralta en el gerente del Hotel Ritz de Madrid, donde se hospeda Leonora Carrington poco antes de que sea internada en un hospital psiquiátrico en Santander.
Peralta, según Poniatowska, a diferencia de otros editores, sí se preocupa por sus autores y establece relaciones cariñosas.
"En México no se acostumbra eso. Los autores en general están bien abandonados. No tienen quien les diga ni por ahí te pudres, nada. Tú haces y sí sale bien qué bueno y si te sale mal nadie te dice nada", lamentó la escritora.
Gracias a las recomendaciones de Peralta redujo un capítulo que le había quedado largo y aburrido, admitió.
"Tener un buen editor es un regalo de la Virgen de Guadalupe y de toda la corte celestial", aseguró.
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