Invade San Ildefonso genio hiperrealista
Ciudad de México (13 septiembre 2011).- En la capilla del Antiguo Colegio de San Ildefonso, en el sitio que correspondería a un crucifijo, el artista australiano Ron Mueck decidió colgar su escultura hiperrealista A la deriva (2009) con la figura de un bañista, cara al sol, descansando sobre un colchón inflable, con los brazos extendidos.
Su hombre a la deriva es una variación contemporánea de los crucifijos realistas en España del siglo 17, ha dicho el crítico Justin Paton.
El artista afincado en Londres eligió el sitio donde habrán de exhibirse cada una de las nueve obras que integran la exposición Ron Mueck, que a partir del 20 de septiembre acogerá San Ildefonso.
El escultor hizo una visita relámpago al DF en marzo y aceptó exponer en el recinto del Centro Histórico, tras recorrer el edificio adaptado en 1992 para exposiciones, cuenta su directora Paloma Porraz.
La muestra, con algunas variaciones, es, en esencia, la que presentó este año en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO), que atrajo a 167 mil 700 personas.
La ausencia de Una niña (2006), escultura de cinco metros de largo que representa a una recién nacida, ha sido reemplazada por una pieza anterior, Bebé (2000), de apenas 26 centímetros.
Tampoco se mostrarán en el DF la Maqueta de la boca de un hombre, pintada con silicona y resina, ni Anciana en la cama (2000-2002).
Procedente de la industria del cine y la televisión, donde hacía efectos especiales, Mueck (Melbourne, 1958) sorprendió al mundo del arte con una escultura hiperrealista de su padre muerto, desnudo, Dead dad, que presentó en la exposición Sensation, en la Royal Academy, la cual reunió a jóvenes artistas británicos de la colección Charles Saatchi en 1997.
A la minuciosidad con que reproduce las imperfecciones humanas en sus esculturas, elaboradas con materiales como silicona, acrílico y resinas, se agrega el factor emocional.
Al artista australiano le atraen las experiencias extremas de la vida: el nacimiento y la muerte. Asoman en sus piezas la vulnerabilidad, la fragilidad y la timidez, describe Porraz.
De hecho, la timidez es una clave para entender las esculturas de Mueck, un hombre esquivo con la prensa que no suele asistir a la apertura de sus exposiciones, aunque sí se involucra directamente en el montaje.
"No nada más es tímido ante los medios, es un artista de la timidez: un escultor que quiere describir, utilizando resina, microfilamento, pelo y pintura, el misterioso umbral entre la manera en que el mundo nos percibe y el modo en que nos vemos a nosotros mismos", argumenta Paton, en el ensayo "La timidez y la escultura", incluido en el catálogo de la exposición, editado por MARCO.
Las obras llegaron anoche a San Ildefonso a bordo de un tráiler de caja larga y un camión. Se necesitó una grúa plataforma de 15 toneladas para descargar las cajas y colocarlas en la entrada del edificio, maniobra a cargo de la empresa Córdova Plaza.
Los contenedores viajaron por tierra desde Monterrey y permanecieron en bodegas hasta su traslado a San Ildefonso.
Dadas las dimensiones de algunas piezas como la monumental En la cama (2005), de más de seis metros de largo, en la que una mujer reposa pensativa en una cama cubierta por una inmensa sábana blanca, se necesitaron cuatro cajas para su traslado.
El escultor dirigirá las tareas de montaje que iniciarán mañana y trabajará a puerta cerrada los siguientes días.
A cada pieza se le ha destinado una sala de la planta baja, por decisión del artista, dado que el espacio y la iluminación apuntalan el factor emocional de las obras.
Porraz estima que la muestra Ron Mueck, que permanecerá hasta el 5 de febrero en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico), logrará atraer a unos 100 mil espectadores.
RON MUECK, CREADOR DE ANDROIDES
Cuando presencié por primera vez la obra de Mueck me provocó un sentimiento de humildad. Me sentí contundentemente empequeñecido ante el gigantismo de sus esculturas hiperrealistas. ¿Me observaban? No, miraban hacia otro lado, de hecho sentí que me depreciaban, tal vez por violar su intimidad: son sus obras una raza distinta a la nuestra.
Obsesivo como soy, buscaba yo el defecto…¡no lo encontré!
Fibra de vidrio y silicones culminan, por ejemplo, en cabellos que el escultor inserta uno tras otro creando la impresión de efectivamente nacer de la piel de su escultura: Tienes que ver el vello corporal, los pezones, las uñas, los ojos y, finalmente, la expresión increíblemente natural.
Un silencio místico te invade y subraya el éxtasis de confrontar su trabajo.
Gran noticia Beto, hace años tenía mil ganas de ver a Mueck, me intriga sobremanera a pesar que no me gusta el realismo, ni simple ni súper.
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