sábado, 19 de marzo de 2011

EL FENÓMENO "LA CHULANGA": FICCIÓN O REALIDAD



La Chulanga. Una mujer sin pudores registrados

Esta mujer/narradora se desnuda frente a los lectores; expone su libido sin vergüenza ni tapujos. Libertad que cifra gestos en alocución espontánea que conmueve por su certeza. Discurso en primera persona que puede descodificarse como suerte de una crónica de lo cotidiano: el sexo, el erotismo, el amor enaltecido, el deseo, la familia, la amistad… Madre soltera que asume su responsabilidad y se presenta frente a sus hijas en las extensiones desafiantes de su pasión a flor de piel. Texto placentero, cachondo, sin alardes retóricos y estructurado como un cuaderno de apuntes que, sin embargo, trenza confesiones atajando los terrenos de la novela. Una Catherine Millet entre nosotros despojada de cinismo y bañada de una ternura que nos atrapa. Su amiga Victoria cita a Sartre: “Ser libre no es hacer lo que uno desea, sino desear lo que uno puede hacer”. Postulado de esta chilanga que ha decidido convertirse en una auténtica Chulanga.

Carlos Olivares Baro






SACUDIRSE COMO LA TIERRA

Divorciada y con dos hijas trataba de dormir, pero las escenas desoladas de un Japón en ruinas me dejaron mirando el techo por mucho tiempo. Todo cambió en segundos. Cada que leo o escucho una noticia sobre lo sucedido, sobre el riesgo nuclear latente, la devastación, las pérdidas humanas y materiales que no pudieron evitarse, siento un dolor intenso. Pienso en los japonenses, una sociedad organizada que previene y planea, pero aun estando preparados para un terremoto de esa magnitud, todo se vino abajo. ¡Qué impotentes somos los humanos ante la fuerza de la naturaleza! Imágenes del temblor de 1985 llegaron a mi mente… Después, pensé en nosotros ¿qué haríamos ante algo así? ¿Tendríamos la fuerza emocional para sobrellevarlo? Solidarios sí somos, pero no tomamos precauciones, no planeamos, y si lo hacemos, no llevamos nada a cabo.

De verdad, parece que en México nadie se toma nada en serio… ¿Cómo podemos llegar al nivel de madurez social de los japoneses, si sólo mirando en mi propio círculo llevo días esperando respuestas que la gente posterga? Siempre hay muchos planes, pero pocos se concretan. Hace días que espero noticias de la famosa Madmoazele. Después de contestarle emocionada y decirle que sí, que juntas echemos a andar la galería erótica, ahora no responde. Somos muchos los apuntados para subir al Izta, pero no he podido especificar una fecha. Le he mandado correos al nutriólogo, insistiendo con el asunto de los bebederos en la escuela de mis hijas, que supuestamente estarían listos en marzo y no se sabe para cuándo. Habíamos dicho que nos reuniríamos periódicamente para monitorear los planes de nutrición de nuestros hijos, y bueno, muy entusiasmados al principio, pero llevamos mes y medio sin una sola junta… No nos tomamos en serio y juntos formamos una cadena de pérdida de tiempo que nos quita fuerza a todos.

Sumergida en esos trances de negativismo, pensando en todo lo malo que sucede en el mundo, en mi país y en mi territorio, entró a mi celular una llamada que no esperaba y que interrumpió mi desazón. Era una tal Jaqueline, invitándome a dirigir, a partir del próximo verano, una galería de arte mexicano fuera del país. La voz de la mujer me hablaba de las muchas facilidades para el traslado, decía que me tenía listo un departamento y un buen sueldo.

—Tú tener mes y mitad de otro para tomar buena decisión, todo aquí ser tranquilo y bonito— me decía Jaqueline. Yo la escuchaba sorprendida. —Por tus hijas, don’t worry, hay escuelas que hacer transferencia automática— continuaba ella con ese acento extranjero.

En lo primero en que pensé, fue en la ventaja de ahorrarme las futuras mentiras políticas de los candidatos a la presidencia que pronto entrarán en campaña. Tenía tan viva la sensación de que aquí todo marcha mal y que no hay remedio, que por un momento vi a lo lejos una ventanita de luz. Siempre he pensado que si nos bajamos del barco no habrá quién haga de México el gran país que puede llegar a ser, pero ahora me pregunto si realmente podemos mejorar las cosas. Desde pequeños cantamos “un soldado en cada hijo te dio” ¿y qué significa esa frase? Que si hay que partirse la madre, pues nos la partimos ¿no? Si los que sólo saben del campo se han ido a sembrar otras tierras, los que tenemos preparación ¿podemos sembrar en la nuestra?

—¿Hello? ¿Estar tú ahí?— preguntó Jaqueline quien proponía para mí y para mis hijas una salida digna de todo este desmadre en el que estamos sumergidos— ¿Interesarte el trabajo? El contrato ser de dos años…

Me quedé petrificada, le dije que tengo que pensarlo. Antes de colgar, prometió que me mandaría en ese mismo instante un correo con sus datos, fotos de la galería y un historial de las últimas exposiciones que se han hecho.

Se me quitaron las ganas de dormir. Decidí no decirle nada a nadie hasta no tener clara una decisión. En otro momento, el papá de mis hijas hubiera sido un obstáculo difícil, pero ante la situación del país, sin duda, él apoyaría que me fuera de aquí con las niñas. “La decisión está en mis manos” pensé. Nunca me había planteado la posibilidad real de dejar mi país.

Prendí la compu y en mi correo ya estaban los datos de Jaqueline y la galería. Me gustó el lugar, las fotos, la página, el logo y por supuesto, la idea de que me llamaran a mí para el puesto.

México de mi corazón, tierra fértil ¿podemos cambiar lo que todos sabemos que está mal o vamos a seguir pretendiendo que no pasa nada o debemos pensar que ya no tienes remedio? Deseo con todas mis ganas que algo suceda en el país para que me den ganas de quedarme.

Quiero proponer y actuar, pero ¿cómo hacerlo? Uno trabaja, se prepara, paga impuestos, educa a sus hijos, acata las leyes, planea y busca realizar ¿qué más se puede hacer? ¿Irme de aquí? Mientras veía la foto de la galería a la que me invitan a trabajar, me preguntaba si en algún lugar del mundo puede uno estar a salvo.

Contesté ese correo con dos palabras para iniciarme en la aventura: “Me interesa”. Al tiempo en que mi propia frase me sacudió con la misma intensidad con la que se cimbró la Tierra, una gorda lágrima se asomó por mis ojos. Apagué todo para dormir, iba a masturbarme para no pensar en nada y caer exhausta, pero cuando me di cuenta, ya estaba llorando.


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