domingo, 20 de noviembre de 2011

MUY AD HOC, HOY EN REFORMA: De MARCELINO CEREIJIDO, "Hacia una teoría general sobre los -hijos de puta-"







Hijoputez hormiga

Por

Marcelino Cereijido

(20-Nov-2011).-

Dino Buzzati, el escritor italiano, aun cuando sufrió los horrores de la Segunda Guerra Mundial, lo impactaban las "mini" y "microhijoputeces", las cuales eran transformadas por él en escuetas narraciones de dulce tristeza. En El globito, por ejemplo, describe a Noretta, una niña de cuatro años, muy pobre, con piernitas delgadas, frágiles y torcidas, quien era hija de una sirvienta y, al igual que ésta, no tenía en su vida abundancia de placeres. Con todo, la madre le compra un globo amarrado por un piolín, tras lo cual la niña es invadida por una alegría sobrecogedora, pues por un instante considera que el mundo es maravilloso. Sin embargo, por la calle vienen caminando y fumando unos muchachotes, uno de los cuales, al pasar cerca de Noretta, le revienta el globo con su cigarro. Ellos se pierden entre el gentío, emitiendo sonoras carcajadas y dejando a la nena estupefacta, ya que no alcanza a comprender lo ocurrido. A mí las hijoputeces del tipo que aparece en El globito me hacen tener en cuenta hasta ese pequeño óbolo de perversidad que el hombre de la calle aporta al patrimonio de la sociedad, y me impulsa a escribir trabajos como éste. Esta hijoputez hormiga me disuade de no reservar el diagnóstico de "hijo de puta" exclusivamente a Calígula, Heliogábalo, Franco, Salazar o Eichmann, y en el fondo me lleva a temer que ser un hijo de puta, en pequeña o gran medida, es parte de la naturaleza humana.

Extracto de Hacia una teoría general sobre los hijos de puta, de Marcelino Cereijido, publicado por Tusquets



Entrevista / Marcelino Cereijido / ¿Con la maldad en los genes?

Por

Jesús Pacheco

(20-Nov-2011).-

"Cualquiera que abra un periódico en la mañana se da cuenta de que 9 de cada 10 cosas están relacionadas con alguna hijoputez a cualquier nivel", asegura Marcelino Cereijido (Buenos Aires, 1933), autor de "Hacia una teoría general sobre los hijos de puta" (Tusquets).

El fisiólogo molecular y ensayista traza en su libro más reciente un primer esbozo de una investigación de varios años sobre la maldad desde una perspectiva científica, en la que lo mismo se acude a la historia y a la literatura, que a la biología.

"Uno lee que un edil se escapó con alguna cosa, que el hijo del hermano de un presidente vendía leche de Chernobyl porque se la daban barata, que aparecen 35 tipos masacrados... Pero a mí me llaman la atención también esos tipos que pasan junto a una nena que está con un globo y se lo revientan, o los tipos que apedrean perros. No hace falta que tengan un campo de concentración".

Así se refiere Cereijido a la facilidad que pareciera tener el ser humano para cometer perversidades y a la omnipresencia de lo que él ha decidido llamar con ese término incómodo que quiso ser sustituido por diversos editores, pero que el mismo Cereijido insistió en utilizar por la elocuencia y el sentido que le halló en el curso de sus investigaciones.

"Cuando voy a un congreso científico en Bélgica, estoy hablando con un japonés y con un libanés, y les pregunto cuál es el insulto máximo, el más hiriente, y me llama la atención que en todos los idiomas que pude averiguar, siempre es un equivalente de hijo de puta o es hijo de puta", cuenta en entrevista.

"Me pregunté por qué se daba esa coincidencia. Y sobre la base de que la maldad humana es universal, uno sospecha que tiene bases biológicas", explica el autor de "La ciencia como calamidad" y "La muerte y sus ventajas".

¿Cómo surge su interés por reflexionar sobre los hijos de puta?

Tras escribir La ciencia como calamidad, me quedé sin más argumentos cognitivos para despotricar contra un primer mundo que nos somete al analfabetismo científico (externo) y contra una religión que nos ancla a un analfabetismo científico (interno), tuve que apelar lisa y llanamente a la hijoputez.

Todas las especies forjan algo que podríamos llamar "su cualidad o herramienta para sobrevivir", o "arma para la lucha por la vida". El ser humano generó la suya seleccionando todo aquello que le permitió interpretar la realidad con creciente eficacia. Lo hizo en etapas. Todas las etapas anteriores incluían dioses, milagros, revelaciones, en cambio lo más actual, la ciencia moderna, no admite milagros, revelaciones, dogmas ni el Principio de Autoridad. Una de las más grandes hijoputeces es entonces vedarle el conocimiento a los seres humanos; hacer de él un ignorante. Es como si hubiera tiburones que se dedicaran a desdentar tiburones, águilas que cegaran águilas o mariposas que arrancaran las alas de sus hermanas. Puesto en forma un tanto payasesca diría que se trataría de tiburones, águilas y mariposas hijos de puta. El Homo sapiens ha dirigido principalmente sus maldades hacia la mujer y una de las formas de la hijoputez consistió en someterlas a la prostitución, y una segunda en convertirla en ignorante: a través de todas las edades le ha privado el acceso al conocimiento, incluso al conocimiento sobre la realidad, sobre ellas mismas, sobre sus derechos, convenciéndolas -y convenciéndose- de que hubo dioses que así lo dispusieron. El varón vejó y prostituyó a la mujer, y luego, claro, el mundo se llenó de hijos de puta.

¿Considera la hijoputez como un sinónimo de maldad?, ¿o es un grado?

Es una suerte de maldad... Lo mío es la investigación científica. En el tiempo libre, me dedico al ensayo, porque en él hay un metabolismo de la ciencia. Antes de que la ciencia agarre algo, tiene que hacer ensayos de cómo lo agarraría y qué sé yo. Es una especie de preciencia, porque se mezclan cosas concretas con fantasías, mentiras, suposiciones... Éste es un ensayo científico, porque es mitad información, que está ampliamente documentada, y lo demás es guitarreo, de qué me imagino, cómo lo enfoco, qué me lleva a pensar... Ese es mi género.

¿La hijoputez tiene raíces biológicas?

Hay muchas razones para pensarlo. Entonces tengo que explicar que una raíz biológica está conformada por los genes. La gente tiene una idea muy loca de qué son los genes. Guardiola salió y dijo que Messi tiene el gen del gol. Estoy seguro que lo dijo metafóricamente. No va a haber una evolución de cientos de millones de años para que, en el siglo 19, se cree un deporte y luego salga un muchacho, apriete y haga un gol. Quiso decir que está construido con esa facilidad. Pero la gente cree que hay un gen para cada cosa. Es como si uno va a ver a la orquesta sinfónica y pregunta al pianista cuál de todas las teclas es para tocar El Danubio Azul. "Son todas". "¿Y el Huapango de Moncayo?". "También". "¡¿Pero cómo, si son cosas tan distintas?!". "Lo que vale es la partitura". Entonces tengo que explicar que hay partituras genéticas.

Sobre esa base genética, cito la hijoputez. Y si es genética, quiere decir que la heredamos de bichos ancestrales. Cito en el libro que hay un águila con tres pichones, es época de escasez y tiene que volar mucho, tarda en volver, los bichos están cansados de esperar, ¿y qué hacen?, los más fuertes comienzan a comerse al hermano. Cuando viene el águila, que no consiguió de comer, sigue comiéndose al hijo. Si hubiéramos heredado esos programas genéticos, estaríamos fritos. Pero hay estructuras biológicas ligadas a la maldad. Por ejemplo, hay una cosa que se llama la amígdala -no me refiero a la faríngea-, es un núcleo que si se excita, pobres de nosotros. Hay experimentos famosos de hace 60 años: a un toro de Miura le implantan un electrodo en la amígdala. Viene el toro con toda la mala leche, le transmiten estímulos y se pone a mirar las flores. Ven cómo se regula y qué mediadores sinápticos hay. Eso quiere decir que tiene bases biológicas.

¿Y qué tienen que ver las prostitutas en todo esto?

El hombre siempre usó el dimorfismo sexual para hacerle la vida imposible a las mujeres. El desprecio a la mujer es terrible. Hasta en los momentos más sublimes, la hijoputez, la maldad, está tan encarnizada contra las mujeres que la gente considera normal lo que comete. He hablado con islámicos y me responden: "Usted no puede hablar porque no entiende nuestra cultura". ¿Hay algo que si yo entendiera, los exculparía de arrancarle el clítoris a una chica?

En general, es muy común que un criminal nato o un perverso haya sido hijo de puta en serio. Pero una simple cuenta revela que hay mucho más hijos de puta que prostitutas, muchísimos más. Yo soy médico, trabajo en un laboratorio, pero soy médico, y si nos vamos a la historia del promedio de esta gente, el padre y la madre habrían preferido no tenerlos, o abortarlos, o cuando nacieron, que murieran. O ya nacidos, el padre se peló. La vida de un hijo de puta real es terrible. Ya debió haber notado todo el mundo que los hijos de puta son malos.

Todo suena muy desolador...

Pero el libro termina con un toque optimista. He observado que a medida que progresa la ciencia, avanzan los derechos de la mujer. Una computadora, una cámara, un celular o un teorema no dependen del género de quien lo esté operando. Hasta hace un siglo, el músculo contaba en una guerra, pero hoy no cuenta nada. La mujer se está equiparando al hombre, entra a universidades, destaca y demás. Lo que se consiguió en liberación femenina en el siglo 20 fue increíble. La mujer empezó a votar, entró a las universidades... Me resulta indudable que el mundo se dirige hacia una preponderancia de la interpretación científica. Y hoy en día cada vez destacan más las mujeres en ciencia. Hay todavía algún animal que dice: "Si vos hacés la lista de los premios Nobel, ni figuran prácticamente". "Pero, querido, si hasta hace un par de generaciones no se les permitía entrar a la universidad".

La gente no entiende bien la naturaleza de la ciencia. Hay cantidad de pendejos, sobre todo filósofos, que llaman a la ciencia "una aventura de la razón". Pero la participación de la razón en la ciencia es muy chiquitita. Un científico genial y uno mediocre no se diferencian en que uno sepa usar un aparato y el otro no, o porque uno tenga acceso a ecuaciones que el otro no tiene, sino porque mientras al primero se le ocurren genialidades, al otro se le ocurren trivialidades. La parte más jugosa de la ciencia es la originalidad y la creatividad. Y la mujer es mucho más original que el hombre. La idea original no sabemos cómo se origina, sale del inconsciente y demás.

Pero una de las cosas que son obvias es que la mujer está mucho más preparada para entender el inconsciente. Una mamá le habla o le hace chistes o acrobacias a un bebé de 5 meses que no tiene el aparato racional desarrollado y eso va a determinar el desarrollo del chico, que madure o no como aparato biológico. A lo que voy es que la mujer sabe cómo entenderse con ese inconsciente, tiene acceso a una etapa mucho más importante de la ciencia que la creativa. Yo creo, no me cabe ninguna duda, que dentro de unos 100 años, se va a invertir la cuestión del dimorfismo. Ya está invirtiéndose. Uno habla de tendencias en la evolución y habla de millones de años, pero yo estoy hablando de siglos. Cabe esperar que cuando llegue ese día no se le dé por discriminarnos por pendejos.

Jesús Pacheco, reportero de El Ángel

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