17 de Septiembre 2014
El alto vuelo sigo
con mis manos:
honor del cielo, el pájaro
atraviesa
la transparencia, sin manchar el día.
Cruza el oeste palpitando y sube
por cada grada hasta el desnudo azul
todo el cielo es su torre
y limpia el mundo con su movimiento.
Pablo Neruda
(fragmento de “El vuelo”)
El ave de peculiar tamaño, el colibrí, a lo largo de siglos ha adquirido significados la simbolización de diferentes conceptos como ser un mensajero de amor, guardián del tiempo o el representante de la belleza y alegría.
No solo posee la capacidad de aletear tan rápido que puede volar hacia atrás, ese movimiento casi imperceptible al ojo humano, fue también un símbolo del infinito, de la eternidad y la continuidad del universo para la cultura maya.
Esta especie originaria de México y Centro América, en su mayoría, llega morir antes del primer año de vida, pues es especialmente vulnerable al momento de salir del nido; de lograr sobrevivir, su taza de mortalidad oscila entre los 3 y 4 años.
A pesar de su corto tiempo de vida, tiene la facilidad de adaptarse a casi cualquier ecosistema, como páramos, manglares y sabanas, aunque regularmente pueden ser encontrados con facilidad en bosques lluviosos. Su existencia es vital para el sitio al que se adapten, pues son uno de los elementos principales de polinización por lo que sus características morfológicas varían de forma, tamaño y colores de a cuerdo a las flores que predominan su hábitat.
Son independientes, solitarios y agresivos, pues tienen comederos propios y rutas de polinización donde sólo ellos pueden comer y se muestran intolerantes y agresivos si algún otro colibrí interviene en su territorio, expulsando inmediatamente al intruso sin importar el sexo o la especie.
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