jueves, 11 de noviembre de 2010

VERA MILARKA -LA DIABLA- y su columna en REFORMA: MUESTRARIO (Primera parte)

Vera, puntual y precisa con su reseña de lo que ocurre en Guadalajara:

LA DIABLA



Su columna en REFORMA.COM



Muestrario (I)


Vera Milarka
11 Nov. 10

(Primera Parte)

Han pasado seis días desde que inició la 31 Muestra Nacional de Teatro en la ciudad de Guadalajara y, aunque el flujo de la organización operativa y la logística tardó en arrancar, se vive un momento clave de esta fiesta en la que siempre hay hallazgos artísticos, reafirmaciones de talento y mucho más potencial de grupos y obras en progreso que están en la vía de consolidar sus conceptos en la confrontación con públicos diversos.

Las actividades académicas se han llevado a cabo en el Instituto Cultural Cabañas y van de la filosofía del teatro a la dirección, de la práctica actoral a la escenografía, de técnicas de producción a la crítica, y al menos en esta última ha visto ya resultados con la participación de colaboradores en El Diario de la Muestra, un periódico que se edita al día con las reseñas, los comentarios y las fichas de las obras y que de no ser por cierto acartonamiento en su concepción editorial es toda una aportación al ejercicio histórico testimonial que un evento como éste requiere para agregar experiencia en cada emisión.

Hablar del vasto programa de actividades y del conjunto de obras que a esta fecha se han presentado no es posible, pero hay algunos puntos que quiero subrayar y que dan cuenta de la eficacia de la movilización del gremio en relación a temas para reflexionar. Los ciclos de conferencias y mesas redondas, así como el encuentro de los artistas dialogando sobre sus trabajos y sus estéticas, han posibilitado atisbar las principales preocupaciones de los creadores, los investigadores y teóricos en el quehacer de los últimos tiempos: el teatro contemporáneo, las transversalidades, las micropoéticas, los lindes con otras disciplinas y con la propia relación entre lo que sucede en el espacio escénico y el intercambio de rol con los espectadores.

La edición 31 de la Muestra a la que se ha subtitulado "Paradigmas y desplazamientos" -en un afán de darle unidad a los trabajos seleccionados a partir de una convocatoria previa y en la que 12 estados de la República son los participantes, más como un recurso para inspirar el debate que como una curaduría, porque esta "antología teatral" no se elige a partir de un concepto a priori-, ha dado como resultado en la discusión la urgencia de encontrar, en principio, una base teórica y metodológica para abordar los temas, ya que se evidencia una ausencia de unidad en este aspecto; mientras en una mesa todavía se pone en duda si el teatro prehispánico era o no "teatro", o forma parte de los hitos del teatro histórico mexicano, en otra mesa se encajona con la semiótica el fenómeno escénico cuando sólo explica fragmentariamente algunos de sus componentes, lo que orilla a recurrir obligadamente a un concepto filosófico más amplio.

Esta dificultad para enunciar las bases de sentamiento de una teoría del arte, específicamente del teatro, hace que se tienda a desterrar del mapa teatral no sólo nociones como "representación" como un concepto que limita las nuevas expresiones performativas, sino también supone reflexionar nuevos vocablos multidimensionales con los que se hable de "acontecimiento" como aquello que sucede en el espacio-tiempo, de un discurso donde fundamentalmente se crea una metáfora sustentada en una poiesis, entendiendo ésta como la propia fabricación del objeto artístico.

En la jornada de ayer, un foro polémico de análisis de las políticas públicas relativas al sector teatro dejó abierto un campo puntualmente documentado por la tesis doctoral de Tomás Egea, cuyos datos duros y reveladores evidenciaron la opacidad de una estructura (FONCA) de estímulos a la creación, que si bien es el mejor modelo de los últimos 20 años en el País, empuja a la comunidad a cuestionar críticamente sus grandes escollos, ya que prevalece un sistema vertical donde los principales beneficiarios son un grupo de "notables" que relativizan la tarea democrática que exige no sólo la administración cultural efectiva, sino la supervivencia de las estéticas disponibles en el real quehacer escénico mexicano.


milarquinarte@yahoo.com.mx













Las crudas de Jesusa
Vera Milarka
28 Oct. 10

Ante los despropósitos y la tomadura de pelo que resultaron ser los espectáculos de los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, es mejor pasar por alto dichos numeritos, algunos realizados por lo "más granado" de nuestros directores y directoras de teatro.

Como quien dice, "herir susceptibilidades" por desmenuzar cada montaje, cuyo conjunto resultó un "bodrio bizarro, barrococó y totalmente kikirikicht" no tiene caso. Lo único que quedaba por hacer, era asomarse a un espectáculo que al menos prometía el escarnio de este anómalo suceso de festejos seudonacionalistas.

Así llegué a ver Las crudas del Bicentenario de Jesusa Rodríguez, en un atípico lugar de presentación, tanto por la vocación del montaje como del propio foro: el Museo Universum de la UNAM. Allí estuve junto a espectadores como Elenita Poniatowska, Marcela Lagarde y otras divas y divos de la escena y la cultura mexicana actual.

A propósito de Universum y a "ciencia cierta" no sé si Jesusa ya dejó el "vicio" (el espacio teatral y etílico), pero lo que sí vi es que este show trasladado a un teatro "convencional" es lo más solemne y lejano al divertido teatro de cabaret.

La anécdota no tiene mayor importancia, la idea es una especie de acto de prestidigitación; un mago que es Francisco I. Madero hace diferentes "suertes" al tiempo que su acompañante es una mujer embarazada y maltrecha, que se mete unos alcoholes, unos churros de marihuana y unas líneas de coca para bajarse la borrachera, y no es otra más que la mismísima Patria (Matria) representada como aquella vieja portada de los libros de texto de la SEP. "Lengua Nacional", -se decía en vez de Español-, y era una recia mestiza vestida con una túnica blanca y sosteniendo el lábaro patrio.

Es inútil contar las ironías, los chistes y las parodias de una actriz que goza un género que bien domina, al lado de su compañera de vida y andanzas teatrales: Liliana Felipe, al piano... Tanto Madero, como Carlos Salinas, Jesusa se ve "igualita" a ellos, así que la jocosidad, la rabia contra el sistema, la chispa del chiste rápido y coyuntural ejercen su natural estímulo... Y sin embargo, en conjunto, resulta todo muy visto, muy agotador y agotado el discurso.

¿Qué si hacen falta los tragos, para tomarse bien la obra? Yo creo que sí. Al desnaturalizar el concepto del teatro de cabaret, que bien visto podría ser de carpa, el show no resiste la sobriedad (la de los actores sí) pero no la del espectador. Y menos el fondo de esos "eskeches" que terminan evidenciando el patetismo en el que vivimos, y donde el público (a quien se le han dado una boletas antes de entrar al teatro, para pedirle que escriba por quién votaría y porqué en estos momentos), obvia el nivel de ignorancia y falta de sentido del humor.

Resulta desmoralizante especialmente para la propia Jesusa quien tiene que lidiar con respuestas que no producen más risa, sino un poco más de vergüenza en algunos casos, propia y ajena. El punto es que, tanto los efectos teatrales, como algunos chistes y la representación de estos es predecible, repetitiva, falta de imaginación; el muy sobado recurso de incorporar la televisión y desfasar la imagen con lo que se dice de ésta ya no dota al espectáculo de frescura sino de tedio.

La obra es una expresión efectiva de la cruda realidad, de la crudeza de los momentos que vivimos, de la flatulenta política, de la nauseabunda iglesia, de un six de héroes, de un vomitivo presidente Salinas al estilo reeleccionista porfiriano, etc., pero lo que causa un dolor de cabeza migrañoso y real es ver la resaca de una talentosa mujer como Jesusa que está amodorrada haciendo lo que ya les heredó bien y bonito a las Reinas Chulas; y a la que quisiéramos despertar de su sueño perredista, para que levantara el vuelo de sus enaguas. Hace falta un teatro más profundo, creativo y punzante, sabemos que se puede ser abstinente a todo, menos al arte.


milarquinarte@yahoo.com.mx





Para Muestra...
Vera Milarka
14 Oct. 10

En menos de un mes se llevará a cabo en la ciudad de Guadalajara la fiesta más importante del teatro nacional: la XXXI Muestra Nacional de Teatro organizada por la Coordinación Nacional de Teatro del INBA y las instituciones culturales de la sede, del 5 al 13 de noviembre.

A pesar de contar con más de 30 años de mostrar la diversidad creativa del País en el campo de las artes escénicas, a diferencia del Festival de Cine de Morelia, la sociedad está ajena a esta celebración que moviliza a centenares de personas; incluso ahora en uno de los momentos de mayor calidad teatral en México, quizá equiparable a la que hubo en la década de los años 70.

Sabemos que las comparaciones nunca fueron buenas, pero establecer parámetros sirve. Algunas actividades han corrido con mejor suerte que otras por diversos factores: popularidad, inserción en el mercado, mejor organización gremial, coyuntura política, cobertura mediática y, finalmente, "conciencia ciudadana"-tan de moda- pero inexistente en ambientes como el teatro.

Y es que los mismos teatristas han confabulado contra su propio oficio, con una actitud de poca o nula solidaridad entre sí; discusiones que no buscan puntos de encuentro sino la supremacía de estatus en los que se lucha por determinar, si son los dramaturgos los "reyes" del teatro o los directores; o se discute sobre las becas como si fuese un botín "democráticamente" a repartir.

Y en esas diatribas, el público -al que se ofrenda todo arte- no es tomado en cuenta, no en vano a éste tampoco le interesa lo que pase dentro o fuera de los teatros. Y los espacios, salvo honrosas excepciones, están vacíos y los grupos siempre en la tablita de la bancarrota.

No obstante todas estas carencias, estamos en un momento decisivo para impulsar la actividad teatral, y es allí donde la lección de los cineastas nacionales abre brecha en los pasillos del Legislativo. Precisamente con la iniciativa de ley presentada por la senadora María Rojo, que busca conseguir los respectivos estímulos fiscales para los productores teatrales con el artículo 226 de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, tal como se hizo para fomentar la producción cinematográfica nacional.

En su defensa a favor, María Rojo afirma: "se ha comprobado su bondad toda vez que el número de producciones antes del estímulo era de tan solo siete películas por año y a partir de la participación de los contribuyentes esa cifra se multiplicó por diez. ¿No es ese el propósito de un estímulo, no se trata de detonar una actividad que, además de generar empleo y dar valor agregado y producir una derrama económica notable, también reactiva nuestra vida cultural...?".

Hay que sobreponerse al deterioro del medio, para observar lo que sí está funcionando y hay que impulsar. Esta iniciativa es una oportunidad para unir intereses, la Muestra Nacional de Teatro es la otra oportunidad que merece que los propios teatristas (que son los que menos ven teatro) se enteren y difundan el quehacer llevando de la mano a ese público que aún no se "estrena" en la actividad.

Si la rancia idea de que este tipo de eventos son un gasto para promover "exquisitos" y no una inversión para afianzar un derecho constitucional al que debemos aspirar, entendiendo que la cultura es una necesidad y no un adorno que da "lustre" a los individuos (claro, salvo a los presidentes, que ni por eso se cultivan); estamos condenados a consumir el único espectáculo masivo, sangriento y "gratuito", al que estamos sometidos: la famosa guerra contra el narcotráfico.

Atender los llamados del presidente Calderón para resolver la problemática de la violencia en nuestro país es una empresa fuera de nuestro alcance, para eso hay ejércitos -en el sentido real y figurado-, preparados para ello. Atendamos mejor lo que sí está en nuestras manos: interesarnos por desarrollar nuestra cultura y comprender quiénes somos desde ese lugar llamado teatro, que está más vivo que nunca.


milarquinarte@yahoo.com.mx




Hasta agotar existencias
Vera Milarka
30 Sep. 10


Al respetable público le debo una disculpa por la errata de mi artículo pasado en donde, como la mujer araña: "por una maldición de mis padres" escribí Luis en vez de Juan Villoro, un lapsus línguae que devino de, curiosamente, una conversación en la que me afané por explicar, precisamente, que era de Juan y no Luis de quien iba a escribir la nota sobre El filósofo declara.

Y si bien no es una justificante, cuando menos explica la paradoja (parajoda) de mi desbarre. Una disculpa pues, al respetable y al maestro Villoro a quien admiro y leo con mucho gusto.

Dicho lo anterior, entro en la obra de un autor que en México ha generado toda una "saga" teatral en manos de Hugo Arrevillaga y la compañía Tapioca Inn. Esta vez se trata de Pacamambo de Wajdi Mouawad, actualmente en el teatro La Capilla, una pieza que, como bien dice Sandra Narváez es "un dulce", y añado, que es capaz de quitarnos el mal sabor de la muerte.


Wajdi Mouawad

La anécdota gira entorno a una niña que desaparece casi 20 días por quedarse a enfrentar a la muerte, la que se ha llevado a su abuela. Ella y su perro han vivido una experiencia que en un ámbito de realidad resulta de un alto impacto dramático, sobre todo si consideramos que la abuela muerta no ha sido enterrada en todo ese tiempo y que su descomposición ha afectado necesariamente a la pobre criatura que ha permanecido allí, custodiándola a pesar de no tener qué comer ni beber y de apenas medio dormir.

Este hecho se ve contrastado con la forma en que la nieta en "realidad" lo ha vivido (o soñado), y esto lo sabemos por la presencia de un psicólogo quien, una vez que ella ha sido rescatada, indaga qué fue lo sucedido. Allí entra la magia de Mouawad, este empeño por rescatar la génesis de las leyendas familiares, de los pueblos, de los orígenes ancestrales, devolver a los hombres y mujeres de este tiempo nuevas razones para ritualizar su mundo, su explicación de sí mismos.

Mouawad parece insistir en que hemos perdido esos ritos que nos ayudan a comprender nuestros dolores, en este caso, es el duelo lo que está en el horizonte de una región que no existe: Pacamambo, un lugar que se parece a todos los continentes, un lugar donde ningún hombre duda que "otro hombre sea hombre", es decir, donde la humanidad se reconoce como tal, como lo hacen los animales.

Un deseo latente de igualdad, de necesidad de abolir las diferencias étnicas, raciales y de clase, entre otras; esas que hacen que ciertos seres humanos sean de "primera" y otros de "segunda", donde los hombres están por encima de las mujeres, los blancos son mejores que los negros, los jóvenes se sienten superiores respecto a los viejos, y así hasta agotar existencias.

El centro, no obstante, es la comprensión de las etapas de la muerte de nuestros seres queridos; real y simbólicamente, la muerte debe ser honrada, debemos estar allí, "al pie del cañón" como esta niña hace con su abuela, para ir comprendiendo la secuencia del dolor, desde la negación de los hechos, hasta la pena más honda de querer nosotros mismos acabar con nuestra existencia para irnos con nuestros muertos, para no sufrir lo que sin duda vivimos como un abandono que no se ha de resarcir, hasta que pase mucho tiempo, a través del recuerdo.

Esa forma de encarar la muerte, desde el momento en que tratamos de eludir la tragedia, haciendo como que todo es un sueño, hasta la definitiva partida y el adiós amoroso, es la lección de la puesta en su conjunto.

Las actuaciones son una emanación sincera del discurso unitario del autor, en el que un parlamento nos puede referir a otra de sus obras: Incendios; los actores están compenetrados con un estilo definido de conversar escénicamente con Mouawad, un lenguaje donde priva la sencillez como continente y donde fluye la narrativa cargada de elementos simbólicos (dirección-escenografía) interpretada con gran profundidad emocional y espiritual.
milarquinarte@yahoo.com.mx



Vera Milarka Ramos Koprivitza nació con la luna llena del 12 de octubre, en la calle de Corina 10, Coyoacán (DF). Es licenciada en Historia del Arte por la Universidad Iberoamericana. Diplomada en Liderazgo y Debate Político por la Fundación Cambio XXI-Luis Donaldo Colosio y diplomada en Gestión y Desarrollo Cultural por el CNCA-Museo de San Carlos y el Espacio Espiral. Ha sido catedrática de la Universidad Iberoamericana en el Departamento de Arte y en el Departamento de Comunicación; de la Universidad del Claustro de Sor Juana y en la Universidad del Mar. Fundó el Taller de Apreciación de Cine en 1983 en Difusión Cultural del Instituto Politécnico Nacional.Ha sido Jefa de Actividades Artísticas en la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Jefa de Museografía del Museo Universitario “Casa de los Muñecos” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Jefa de Eventos especiales de la Secretaría de Extensión Universitaria y Difusión Cultural de esa universidad. Ha sido periodista cultural desde hace más de 15 años en distintos medios nacionales donde se han destacado sus trabajos de reseña crítica sobre artes plásticas, cine y teatro. Ha sido jefa de sección, editora y directora editorial de publicaciones periódicas de cultura, arte, derechos humanos, ciencia y tecnología. El periódico Síntesis, la Revista Impacto, las revistas Personal Computing , Carmatech, Cuartoscurso, Gente en Acción y el periódico español El País son algunos de los medios en los que ha trabajado. Actualmente es crítica de teatro con su columna ‘La Diabla’ en la seccion de Cultura del periódico Refoma.

Teatrista desde 1977 se inció en la actuación infantil en el Instituto Nacional de Bellas Artes, posteriormente estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el Centro Universitario de Teatro y el Núcleo de Estudios Teatrales, estudió con maestros como Sergio Jiménez, Luis Mandoki y Ludwig Margules. Ha trabajado en diversas producciónes teatrales y ha sido directora del grupo de teatro de la Universidad Autónoma de Tlaxcala y otros grupos independientes. Entre su trabajo sobresaliente ha dirigido La Marquesa de Sade de Yukio Mishima en una adaptación propia y La Diabla con vestido azul (monólogo para actor, video y computadora) también de su autoría, por la que recibió la Beca de Coinversión del Fonca (CNCA) en el año 2000, en el área de interdisciplina.

Ha sido directora de varios proyectos editoriade desde la trinchera de su despacho personal y compartido de diseño editorial maQuinArte. La poesía y la narrativa de humor corrosivo han sido sus actividades compartidas.

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