miércoles, 20 de febrero de 2013

ANDRES NEUMAN: DE CUENTOS, DE POEMAS Y DE LOCOS.





EL LOCO, DE ANDRÉS NEUMAN, NO SABE POR QUÉ
                                                               VICTORIA DANA

      Curiosamente, la obra poética de Andrés me recordó a un personaje que aparece  en la subtrama del Rey Lear: Edgar, el hijo de Gloucester, al ser difamado por su medio hermano Edmundo, el bastardo, es perseguido y condenado a muerte por su propio padre. Ante el peligro inminente y con el objeto salvar la vida, decide huir, esconderse detrás del más vil de los disfraces. Así vemos a este hombre noble por derecho y noble por sus buenos sentimientos, desnudo, desaliñado, cubierto de barro; Edgar se convierte en Tom, el limosnero.
      Cuando por azares del destino o más bien por la mano genial del entramado shakespeariano, Tom o el propio Edgar, se encuentra con Lear quien, en medio de su locura, al verlo despojado de lo más imprescindible, lo identifica: ¡Déjenme hablar con el filósofo!, grita Lear. Yo añadiría…déjenme hablar con el filósofo y poeta.
      ¿Por qué el poeta? Porque sólo un hombre capaz de desprenderse de sus vestiduras y máscaras puede ofrecer su verdad; el poeta es aquél que forzosamente, en un acto de supervivencia, huye y retorna hacia sí mismo, para descubrirse en lo más negro y en lo más sublime…
     El que escribe  para no ser huérfano, como dice el mismo  poeta Andrés Neuman quien se presenta ante nosotros en este poema, desnudo, sin nada que esconder:
NO SÉ POR QUÉ venero la pornografía
esta mansa costumbre del salvajismo ajeno
cuando contemplo el placer en los otros
mi parte fugitiva se complace
en espiar al que no soy
en fornicar sin mí
veo películas
perversiones caseras
estoy feliz de estar aquí con nadie
     Desnudo, con una franqueza inusitada, se pregunta Andrés en este otro:
NO SÉ POR QUÉ frecuentaremos tu ano tu revés
celebro la misión de mirar juntos
esa pared donde transpiran nuestras sombras
ellas se aman mejor de lo que nos amamos
ahí se ven dos cuerpos que mezclan su espesor
doblando la canción que canta el otro
      La belleza siempre radica en lo más simple y en lo más auténtico. Pero volvamos por un momento a la figura de Edgar, convertido en Tom, el vagabundo, y demos un giro imaginario al siglo veinte. Walter Benjamin, el reconocido filósofo de la época entre guerras, ve al artista de su tiempo como a ese Tom de Shakespeare: el gran pepenador, el que recoge los desechos, los cataloga y con amor los colecciona:
“Se ve venir -nos dice Benjamin-, a un trapero moviendo la cabeza, tropezando y chocándose contra las paredes, como un poeta”.
      Tristemente, ése es el reino de Lear que Edgar, el filósofo-poeta heredó, el reino de la destrucción absoluta y ése es el reino que en los albores del S. XXI nos han dejado y  hemos dejado: el de las palabras gastadas, el de los desechos, el de la basura:
NO SÉ POR QUÉ internet me tiene secuestrado
el congreso debate irak es una tumba las películas
piratas las reseñas wall street boca juniors
hay un vuelo barato elecciones terremotos
soy efímero efímero
descargo porno en francia le pen siempre resurge
me busco en google para encontrar adónde he ido
suben los intereses baja el papa
top model palestina huelga rock
lameré la pantalla quiero ver
     ¿Qué le queda al poeta en el universo de información escindida, inaccesible al conocimiento verdadero?  Regresando a Benjamin: “El alegórico toma por doquier, del fondo caótico que le proporciona su saber, un fragmento, lo pone junto a otro y prueba a encajarlos.” Si Benjamin percibía, con claridad insólita, la desintegración de su mundo y su respuesta es esta labor de artesano uniendo mosaicos, ¿qué hubiera pensado al ver sus fragmentos disparados a toda velocidad por la tecnología actual sin tiempo para embonarlos? ¿Se habría vuelto loco? Aunque nada hay nuevo bajo el sol. El mismo Lear, parafraseando a Salomón, nos lo recuerda:
     “Cuando nacemos, lloramos porque hemos llegado a este gran escenario de locos”. O a este gran Patio de locos, como le llama Neuman. ¡“Lear, Lear, golpea esta puerta que dejó escapar la razón y dejó entrar la locura”! Andrés lo invierte y declara: “… afuera canta un grillo como loco/ adentro picotea la cordura”.
     Hay en la obra de Andrés una visión de aldea global donde no sólo se confunden los espacios sino también los tiempos. No en vano, es el Viajero del siglo: El ayer y el mañana, el pasado y el futuro, se prefiguran en su andar:
NO SÉ POR QUÉ cuando viajo
recupero mis cosas que están en otra parte
las experiencias entran
y salen por ventanas enfrentadas
como ropa tendida
el mar no mira si nos lleva o nos trae
en esta calle ajena camino sin mapa
de pronto una mujer se asoma
con los pechos al aire y su cara dormida
para recuperar la ropa que ensuciamos
cuando todo brillaba
     Pero en medio del caos, de nuevo la pregunta cotidiana. La que nos hacemos todos los días sorbiendo la primera taza de café: ¿Para qué escribir? Y el loco de Andrés nos lo pregunta:
al loco veterano no le gustan
las libretas que tiene el loco astuto
porque están todas llenas
de dibujos obscenos frases notas
la letra no se entiende y hay palabras
que son impronunciables
¿pero qué mierda escribes? pregunta el veterano
¿no ves que así no hay nadie que te entienda?
¡viejo idiota! le escupe el loco astuto
¡lo que yo quiero es eso!
no te entiendo se queja el veterano
¡bien hecho! lo festeja el loco astuto
¿te asusta que podamos entenderte?
insiste el veterano ¿te da miedo?
un poco sí correcto se incomoda el astuto
el otro dice
yo lo que tengo es miedo de morirme
      Por eso escribimos, para no morirnos. Andrés lucha contra el olvido para no hundirse en un ser amorfo, con terror a desvanecerse en la nada: “El sentido de mi propia memoria, dice, de toda memoria: irse dejando algo, desaparecer, pero no en vano”.
      Personalmente, Neuman me ofrece una mirada al mundo del futuro, al que, a pesar de comprender, ya no pertenezco. El universo que Andrés me deja entrever como una saeta, mientras yo permanezco impávida en el presente, sin respuestas.
     Porque llega el momento en que ya no somos capaces de dar respuesta alguna y entonces, como bien dice Andrés Neuman,
YO TAMPOCO SÉ POR QUÉ.

* FIL GUADALAJARA Presentación de los libros de Andrés Neuman




** Andrés Neuman nació en 1977 en Buenos Aires, ciudad donde pasó su infancia. Hijo de músicos emigrados, terminó de crecer en Granada, en cuya universidad fue profesor de literatura hispanoamericana. Actualmente es columnista en la Revista Ñ del diario Clarín (Argentina) y en el suplemento cultural del diario Abc (España). Mantiene el blog Microrréplicas. Mediante una votación que convocó el Hay Festival, formó parte de la lista Bogotá-39 entre los más destacados nuevos autores nacidos en Latinoamérica. Más tarde fue seleccionado por la revista británica Granta entre Los 22 mejores narradores jóvenes en español.

A los 22 años publicó su primera novela, Bariloche (Anagrama, 1999, reeditada en bolsillo en 2008), que fue Finalista del Premio Herralde y elegida entre las 10 más destacadas del año por El Cultural de El Mundo. Sus siguientes novelas fueron La vida en las ventanas (Espasa, 2002) y la autoficción familiar Una vez Argentina (Anagrama, 2003, nuevamente Finalista del Premio Herralde). Su cuarta novela, El viajero del siglo (Alfaguara, 2009), obtuvo el Premio Alfaguara y fue votada entre las 5 mejores novelas del año en lengua española por los críticos de El País y El Mundo. En 2010 recibió el Premio de la Crítica, que concede la Asociación Española de Críticos Literarios, y fue destacada entre los libros del año por los dos principales diarios holandeses, NRC Handelsblad y De Volkskrant. Traducida a 10 lenguas, actualmente está siendo publicada en Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia, Brasil, Holanda, Polonia, Egipto, Portugal y Eslovenia.
Es también autor de los libros de cuentos El que espera (Anagrama, 2000), El último minuto (Espasa, 2001, reeditado por Páginas de Espuma, 2007) y Alumbramiento (Páginas de Espuma, 2006). El volumen El fin de la lectura (Estruendomudo, 2011) ofrece una reciente selección de sus relatos. Neuman ha desarrollado una intensa labor de estudio y divulgación de la narrativa breve. Sus libros de cuentos incluyen apéndices teóricos sobre el género y es el coordinador de Pequeñas Resistencias, serie de antologías sobre el cuento actual en lengua española (Páginas de Espuma, 2002-2010). Cabe destacar además su prólogo a los Cuentos de amor de locura y de muerte, de Horacio Quiroga (Menoscuarto, 2004).
Como poeta ha publicado los poemarios Métodos de la noche (Hiperión, 1998), El jugador de billar (Pre-Textos, 2000), El tobogán (Hiperión, 2002, Premio Hiperión), La canción del antílope (Pre-Textos, 2003) y Mística abajo (Acantilado, 2008), así como la colección de haikus urbanos Gotas negras (Plurabelle, 2003, reeditado por Berenice, 2007) y los Sonetos del extraño (Cuadernos del Vigía, 2007). Todos los poemarios anteriores, revisados y con dos libros inéditos, fueron reunidos en el volumen Década. Poesía 1997-2007 (Acantilado, 2008). El libro-disco Alguien al otro lado (La Veleta, Comares, 2011) ofrece una breve antología de sus poemas, musicados y cantados por Juan Trova. Su poemario más reciente es Patio de locos (Estruendomudo, 2011).
Es, finalmente, autor del libro de aforismos y microensayos El equilibrista (Acantilado, 2005), del libro de viajes por Latinoamérica Cómo viajar sin ver (Alfaguara, 2010) y de una traducción del Viaje de invierno, de Wilhelm Müller (Acantilado, 2003).
                                             ANDRÉS NEUMAN es promesa cumplida

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