Foto: Banksy
QUIEN
DETENTA LA FUERZA MANDA
Por
Eduardo Rabasa
La crítica:
Intersticios
Ingeniería
de la ocupación
CULTURA • 17 FEBRERO
2013
Más allá de las
consecuencias políticas y económicas, la ocupación se convierte en un estilo de
vida para todos.
• Hablar de
los orígenes y culpabilidades del conflicto árabe-israelí conduce a menudo a
argumentos del estilo del huevo y la gallina. Según con quien se hable se
obtiene un punto de vista distinto y, en estos momentos, no existe
prácticamente nadie con conocimiento de causa que considere que existe una
solución viable en el futuro próximo. Tanto así que el escritor EtgarKeret
escribió en un artículo publicado en el periódico israelí Haaretz que durante una entrevista con el actual primer ministro, y
luego de presionarlo para que le respondiera sin evasivas cuál era su plan para
solucionar el conflicto, Netanyahu le respondió que ninguno porque el conflicto
no tiene solución. Sin embargo, lo que es inobjetable es que quien detenta la
fuerza manda, y que la lucha se libra a niveles complejos, algunos casi
tectónicos, que cada vez cercan más a los palestinos, tanto física como
mentalmente, llevando a convertir en permanente la actual situación de asedio
por parte del gobierno israelí.
Una visita a
Jerusalén Oriental funciona como un curso en ingeniería social que cerca y
divide. Es impresionante notar cómo donde termina un asentamiento israelí
termina la acera que bordea la calle. El guía que nos muestra la realidad
paralela nos muestra cómo identificar fácilmente desde la distancia los hogares
palestinos: todos cuentan con tanques de agua en el techo, pues no la reciben
entubada con la presión suficiente, y el paisaje muestra lo inobjetable de su
observación. Después nos conduce a la Barrera Israelí de Cisjordania, que ha
sido condenada por todo organismo internacional, y que además de devastar
económicamente a las comunidades palestinas aledañas, los divide entre los
privilegiados que quedan dentro de la muralla, y por lo tanto pueden acceder a
los servicios públicos que provee la ciudad de Jerusalén, mientras que los que
están fuera deben de pedir un permiso especial, a menudo denegado, para visitar
la ciudad sagrada para tres religiones. Más allá de las consecuencias políticas
y económicas, la ocupación se convierte en un estilo de vida para todos, como
lo ilustra la siguiente viñeta contada por el escritor palestino Raja Shehadeh
en su libro OccupationDiaries: Un taxista debía someterse varias veces al día
al control policiaco para entrar y salir de Jerusalén. Por fin un soldado
israelí le pregunta si no se cansa de sufrir cada vez el hostigamiento y la
humillación, a lo que el taxista responde: “Si dejara de pasar no tendrían a
nadie a quién revisar. Se quedarían sin trabajo”.
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