Un reportaje cultural de MIGUEL BARBERENA
Texto completo en: http://bit.ly/11Z2f9F
Miguel
Barberena
El español Enrique Vila-Matas
(Barcelona, 1948) es un escritor exitoso que ha hecho del fracaso el tema de su
obra. La paradoja no parece preocuparle: su nueva novela, Aire de Dylan, es una
oda al fracaso literario.
“Pocas cosas
parecen tan íntimamente vinculadas como el fracaso y la literatura”, escribe de
entrada Vila-Matas. Las siguientes 300 páginas son para reafirmar el concepto.
Pertenece a la estirpe de Samuel Beckett, el de la famosa cita: “Inténtalo de
nuevo. Fracasa otra vez, fracasa mejor” (Worstward Ho, 1983).
El modelo de
Vila-Matas es anónimo, perezoso, derrotado. Uno de esos Bartlebys que
preferirían no hacerlo, “o como Oblomov, personaje radicalmente gandul de una
novela rusa, paradigma del no hacer nada”. O como la frase de Pierre Reverdy
que sirve de epígrafe al libro: “Necesito tanto tiempo para no hacer nada que
no me queda tiempo para trabajar”.
Vilnius
Lancastre, personaje central de la novela, llena el prototipo. En el primer
párrafo de la narración ya ha recibido una invitación para participar en Suiza
en un congreso literario sobre el fracaso. Y allá irá, con la firme intención
de “hacer una exhibición completa y ejemplar en público de cómo se fracasa
plenamente y de verdad”.
Vilnius,
otro de los innumerables dobles de las (meta) ficciones de Vila-Matas, es
barcelonés, cineasta, joven —tendrá unos 30 años— y muy parecido a Bob Dylan,
al grado que en la calle la gente se reía al confundirlo con el cantante. Su
aire a lo Dylan le había creado algunos problemas, pero a Vilnius le gustaba
presentar aquel aspecto “porque creía que le daba un toque de artista sin
concesiones”.
La
participación de Vilnius en el coloquio suizo sobre la noción del fracaso es
sólo una de las líneas de la novela. Porque, como hace siempre, Vila-Matas
maneja los hilos de varias intrigas, dejando pistas en el camino. Una de ellas
tiene que ver con el proyecto de Vilnius de constituir el Archivo General del
Fracaso, una empresa titánica, de aliento borgeano. Otra pista es la biografía
novelada que Vilnius y su pareja, Débora, quieren escribir sobre su padre, el
célebre escritor Juan Lancastre, quien era el invitado original al coloquio en
Suiza. Pero don Juan ha muerto poco antes, fulminado por un infarto. Lástima,
porque estaría bien situado para hablar sobre “el fracaso humano por
excelencia”: la muerte. Una tercera pista: Vilnius quiere encontrar el origen
de una frase utilizada en un cortometraje: “Cuando oscurece siempre necesitamos
a alguien”.
¿Esta
reflexión es de Scott Fitzgerald, de Erich Maria Remarque, de un libretista de
Hollywood o de alguien más? Vilnius y el lector parten juntos en pos de la
respuesta.
Hay otras
subintrigas que se añaden a las principales, como en un juego de muñecas rusas.
La magia de Vila-Matas es hacerlas coincidir, y de manera tan asombrosa, en una
narración múltiple, caleidoscopio de variaciones, desviaciones y mutaciones.
Estamos aquí
muy lejos del realismo literario. Como hace decir Vila-Matas a uno de sus
personajes: “El género realista es una convención muerta, relacionada con un
cierto tipo de trama tradicional, con finales y fines previsibles, con diálogos
tópicos, con marquesas que salen de casa a las cinco de la tarde y todo eso…”
Aire de Dylan
—homenaje a Duchamp y a su Aire de París— es un experimento narrativo irónico,
laberíntico y paródico sobre la verdad y la mentira, la realidad y la ficción.
Sobre nuestros rostros y nuestras máscaras. “El fracaso es la prefiguración
natural del destino del escritor”, dice Vila-Matas, por interpósita persona, en
un momento de la novela. Difícil creerle, cuando escribe libros tan logrados y
exitosos como Aire de Dylan.
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