martes, 5 de febrero de 2013

JORGE F HERNANDEZ EN SU COLUMNA EN MILENIO CELEBRA EL PREMIO JERUSALEM 2012 MERECIDO POR ANTONIO MUÑOZ MOLINA





 “Shalom”
Agua de azar
Jorge F. Hernández

2013-02-14 • CULTURA
No es más que necedad de la verdadera amistad intentar justificar aquí el muy merecido Premio Jerusalén que recibió en días pasados Antonio Muñoz Molina. También se debe a sincera gratitud de lector, desde este país donde se ha premiado a plagiarios y se confunde la palabra resarcimiento o el ya olvidado acto de constricción sincera con el callado regreso lacrimógeno, descarada impunidad solicitando apapacho y aplauso.

Shalom, Antonio, desde este país donde se trastoca la admiración con el afecto: yo admiro profundamente a muchos escritores hacia quienes difícilmente podría sentir alguna forma de amistad y quiero mucho a muchas personas que, en realidad, no han firmado nada admirable (hasta hoy). Pasa con Antonio lo que sucede con muy pocos otros a quienes tengo la fortuna de ver con más frecuencia: cada vez que retomamos la sobremesa o el paseo parecería que no ha transcurrido ni un instante desde el último punto y coma, el abrazo en la esquina de un bar perdido en la niebla, el apretón de manos en medio de un gentío, el párrafo que se queda dormido sobre la almohada de un tren.

El Premio Jerusalén se concede a escritores de gran estatura literaria precisamente por su calidad y trascendencia, porque son leídos y cuaja en silencio el dialogado intercambio de comunicarse con los demás, con los espacios e incluso los pretéritos en esa conversación maravillosa de los párrafos con quién sabe quién los lea, entre paisajes del pasado o futuro inventados o pasajes de la memoria, música callada de personajes que son espejo de quien toma entre sus manos las páginas y lee —en varios idiomas— a los escritores de veras… muchos de los cuales han recibido el premio que hoy es honrado por el que honra.

Antonio Muñoz Molina es un novelista al óleo, con 13 títulos a la fecha en este género, donde lo mismo pinta las facciones minuciosas de sus personajes palpables como la noche estrellada de sus tramas; es un cuentista que debería regalarnos más perlas de ese género a sus lectores que navegamos los 15 o 20 relatos cortos que ha publicado ahora como buenos ejemplos de lo bueno breve, y es ensayista de por lo menos seis volúmenes y quién sabe cuántos textos sueltos más que valiosos de eso que los gringos llaman equivocadamente No-Fiction, quizá por ahorrarse la clasificación detallada o desmenuzada entre crónicas, memorias, artículos, diarios, ponencias, conferencias o esas joyas semanales que acostumbra publicar Muñoz Molina en forma ejemplar desde hace ya tanto tiempo y bajo varios títulos como “Columna semanal” en El País.

Quiero imaginar que el premio también reconoce lo buen lector que es Antonio, y las muchas buenas lecturas que ha contagiado con sus cátedras y conferencias, tanto como los muchos libros y sombras de autores entrañables que literalmente ha promovido en elegantes alusiones, guiños o abiertos llamados a su lectura, y en muchas ocasiones resurrección de la amnesia. No alcanza este párrafo para intentar enlistar la nómina de libros indispensables y escritores ahora tan íntimos que Muñoz Molina ha recomendado como quien señala un hermoso detalle imperceptible al mirar una pintura de Velázquez, o el hermano mayor que va por delante de nosotros en su bicicleta y avisa del bache donde seguramente nos iríamos de bruces. Con todo respeto (y perdón por la metáfora), pero Antonio es de las figuras del toreo literario que en pleno tercio de varas es capaz de hacerle ver al joven matador que ya se cree importante un mínimo detalle del inmenso toro novela-cuento-poema-ensayo (que en ese momento está probando su bravura estrellado en el peto del caballo del picador enciclopédico)… y en ese detalle nos va la vida, o por lo menos, la faena que le pensamos escribir.

Sucede, sin embargo, que la concesión del Premio Jerusalén motivó la demencia descarriada de algunos que intentaron disuadir su aceptación, abiertamente solicitando al premiado no asistir a la entrega en el marco de la Feria del Libro donde se acostumbra entregar año con año, y donde también ya es costumbre que se filtre el despropósito: una cosa es que se conceda y reciba un premio literario (más que merecido y bien otorgado en su decisión colegiada) y otra —muy diferente— que se aproveche la circunstancia feliz para debatir, dirimir, digerir, hacer diatriba, denostar o defender las políticas públicas, la política o politiquerías del Estado de Israel. Con elegancia y eso que antes se llamaba educación, con inteligencia y la luminosa palabra de su imbatible ecuanimidad (incluso desde su íntimo desasosiego), Muñoz Molina, sin entrarle al pleito con nadie (y más allá de los cobardes anónimos que incluso quisieron intimidarlo con amenazas), entiende perfectamente que los enredos de Medio Oriente no se reducen a la fórmula ñoña y simplona de que todo lo israelí es bueno y todo lo palestino es siniestro. No todo se reduce a la simplificación de los lugares comunes: no es lo mismo decir “judío” que “israelí”, no todo el paisaje palestino es Playa Girón, no es sensato ni cuerdo establecer comparaciones con metáforas al vuelo, no todas las caricaturas merecen considerarse verdades… y en sus propias palabras: “Yo no tengo que ir a Israel armado de suficiencia o de arrogancia a decirles a los ciudadanos cosas que muchos de ellos saben, denuncian y debaten, en una sociedad abierta en la que la libertad de expresión se practica con viveza, un apasionamiento y una seriedad ejemplares. Si acaso, me conviene escuchar y aprender de muchas personas, escritores o no, que siento que se parecen a mí, en sus aficiones, en sus intereses, en sus convicciones democráticas y laicas, en su defensa de la igualdad entre las personas y la justicia social”.

Yo aprendo mucho de los escritores de veras, que además son grandes personas; abrevo de la desatada imaginación y honesta pasión ante la página con la que escriben, tanto como de la decencia y cordura civil con la que caminan por las calles… Yo admiro la literatura de Antonio Muñoz Molina, aprecio su amistad tan cerca, tan lejos, y celebro el Premio Jerusalén con la palabra shalom, que significa “paz”, y que se parece tanto al vocablo en árabe Salaam, con el que a la larga se dibujará el espejo sin manchas con toda la arena de los desiertos y la clara espuma de los mares, tejido de nubes, piel de paisajes, la cara amable del mundo que leemos.









Muñoz Molina recibe el premio Jerusalén a pesar de la polémica

Un grupo de intelectuales le había pedido que renuncie a él como rechazo a la ocupación de Palestina

DAVID ALANDETE Jerusalén 10 FEB 2013 - 15:31 CET89




 

Muñoz Molina charla con el presidente israelí Simón Peres tras recibir el premio Jerusalén. / JIM

Antonio Muñoz Molina aceptó ayer el premio Jerusalén con una defensa de la tolerancia, y del papel y la responsabilidad que el escritor tiene en la sociedad para asegurarse de que las voces de los más débiles son escuchadas y preservadas. Citando los ejemplos de autores tan diversos como Vasily Grossman, Ana Frank o Emily Dickinson, el escritor jienense reivindicó el papel del escritor como alguien a veces desarraigado en la sociedad, frecuentemente enfrentado a las élites y a la ortodoxia imperante, garante, en última instancia, de la libertad del individuo, cuya defensa reconoce cada dos años el premio Jerusalén.

En su discurso, Muñoz Molina criticó la intolerancia, de cualquier tipo. “Tanto a los creyentes fanáticos como en los oportunistas políticos a los que les gusta alimentar y alimentarse de lo que el escritor David Grossman ha llamado ‘Los prejuicios y las ansiedades mitológicas en las que nos capturamos a nosotros mismos y atrapamos a nuestros enemigos’. Lo que la escritura logra es exactamente lo contrario. Leyendo literatura he aprendido a sospechar de las certezas y a apreciar los matices y las ambigüedades”, añadió.

“Nunca quedamos libres de los peligros de la intolerancia y el barbarismo, en muchas instancias convirtiéndonos nosotros mismos en intolerantes o bárbaros, si desarrollamos la certeza de que la razón absoluta está en nuestra parte o que otras personas no merecen los mismos derechos que a nosotros nos pertenecen”, dijo Muñoz Molina. “He sido un ciudadano en democracia durante la mayor parte de mi vida. Pero en mi niñez y en mis años de adolescente fui sujeto a una dictadura, y por ello se me permitió experimentar de primera mano la fea cara de la sumisión voluntaria a un líder, la brutalidad policial y la ortodoxia religiosa forzosa”.

El premio Jerusalén se entrega bienalmente en el marco de la Feria Literaria de Jerusalén. Según sus organizadores, reconoce la labor de promoción de “la libertad del individuo en la sociedad”. En sus 50 años de historia ha habido 26 galardonados. Cinco de ellos han recibido posteriormente el premio Nobel de literatura: Bertrand Russell, Octavio Paz, V. S. Naipaul, John Coetzee y Mario Vargas Llosa. La dotación económica, modesta comparada con otros galardones, es de 10.000 dólares (unos 7.400 euros), que Muñoz Molina donará íntegramente a una organización caritativa.

Al evento acudió el presidente de Israel, Simón Peres, que citó la novela de Muñoz Molina Sefarad, un relato de minorías perseguidas y amenazadas por la violencia irracional que afloró en muchos momentos del siglo XX. “Y tú qué harías si supieras que en cualquier momento pueden venir a buscarte, que tal vez ya figura tu nombre en una lista mecanografiada de presos o de muertos futuros, de sospechosos, de traidores”, leyó. Peres describió la novela como “una fuerza increíble” que “trata temas como las relaciones más penetrantes en la vida”. La cita que eligió cuadraba en cierto modo con su experiencia vital. Él emigró a Palestina de niño, en 1934. Los miembros de su familia que quedaron atrás murieron en el Holocausto.

“Millones de personas, y un nutrido grupo de escritores entre ellos, sufren de injusticia, pobreza, opresión política, ocupación militar, fanatismo religioso”, señaló Muñoz Molina. “La literatura es gente que escribe y gente que lee. Pero también son padres y profesores que transmiten sus a los niños la posibilidad de leer y escribir y el amor a la palabra hablada y escrita. Escuelas públicas para aquellos que no se pueden permitir la educación privada. Bibliotecas públicas abiertas a todos. La literatura no puede desarrollar todo el potencial que promete sin un ambiente público de libertad de expresión”.

El premio no ha estado exento de polémica. Siete intelectuales hicieron circular la semana pasada una carta abierta en la que le exigían a Muñoz Molina que renunciara al premio, porque los “artistas que aceptan participar en eventos oficiales israelíes como es esta ceremonia de entrega, prestan sus nombres, indirecta y a menudo inconscientemente, a la Hasbara o propaganda sionista”.

Los firmantes eran el ensayista Stéphane Hessel, autor del libro ¡Indignaos!; el poeta Luis García Montero, el dramaturgo John Berger; la escritora Alice Walker; el músico Roger Waters, los cineastas Ken Loach y Paul Laverty y el poeta surafricano Breyten Breytenbach.

Ayer, antes de recoger el premio, Muñoz Molina afirmó que una de las cosas que hace el escritor “es luchar contra el cliché, el estereotipo”. “Y desde luego, y ese es mi argumento más importante, no conozco a nadie que sea más lúcido y crítico de lo que hace el Estado de Israel que algunos israelíes”, añadió en una reunión con periodistas.











Antonio Muñoz Molina: 

“No pienso rechazar el Premio Jerusalén”



Entérate de toda la información, haz clic en:


Ahora llevará una placa con el nombre de 
ANTONIO MUÑOZ MOLINA


Hace aproximadamente un mes, un jurado habría seleccionado a Muñoz Molina como Premio Jerusalem 2012 “...porque es un autor excelente, pero también porque su obra expresa la libertad del individuo”, había explicado Joel Makov, director del festival literario, en conversación telefónica con El País. Makov detalló que el autor de Sefarad o El jinete polaco confirmó que viajaría a Jerusalem para recibir el premio a principios de febrero. 
Lee más en http://bit.ly/VRXPw5



"Escritores e intelectuales como Stéphane Hessel (escritor y ensayista, autor del libro Indignaos), el músico Roger Waters, los cineastas Ken Loach y Paul Laverty, el poeta Luis García Montero, el dramaturgo y ensayista John Berger, la escritora Alice Walker y el poeta surafricano Breyten Breytenbach; enviaron una misiva al galardonado solicitándole boicoteara el Premio. Antonio Muñoz Molina explica por qué no solo no lo rechaza sino que lo aplaude cuando se identifica con sus contemporáneos, algunos galardonados, y alaba la pluralidad del Estado Judío."
Galardonados con EL PREMIO JERUSALEM   (http://bit.ly/VHj8DO):
2012        Antonio Muñoz Molina
2011        Ian McEwan
2009      Haruki Murakami
2007      Leszek Kołakowski
2005      António Lobo Antunes
2003      Arthur Miller
2001      Susan Sontag
1999       Don DeLillo
1997        Jorge Semprún
1995        Mario Vargas Llosa
1993        Stefan Heym
1991        Zbigniew Herbert
1989        Ernesto Sabato
1987       J. M. Coetzee
1985       Milan Kundera
1983      V. S. Naipaul
1981      Graham Greene
1979      Isaiah Berlin
1977      Octavio Paz
1975      Simone de Beauvoir
1973      Eugène Ionesco
1971      Jorge Luis Borges
1969      Ignazio Silone
1967      Andre Schwarz-Bart
1965      Max Frisch
1963      Bertrand Russell

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