21 de Mayo 2014
Vine a Estocolmo porque me dijeron que aquí ronda ya el fantasma de Malik Bendjelloul. Luego de la larga noche del invierno, la primavera empieza a alargar los días con un raro estiramiento de las horas: los pájaros parecen insomnes, los patos se despistan, las garzas miran somnolientas a los esfuerzos de las gaviotas y el atardecer de las diez de la noche se convierte en alba a las cuatro de la madrugada. Se ha vuelto entonces lugar común suponer que Suecia es primer lugar en suicidios y a muchos se les desborda la sobremesa con afirmaciones no necesariamente bien fundamentadas donde citan estadísticas inexistentes y razones de supuesta melancolía para intentar justificar uno o cualquier suicidio de Suecia. Algo similar sucede con los supuestos críticos literarios que fardan dizque conocer bien las razones del re-boom literario de las novelas sobre detectives nórdicos, investigadores escandinavos, sherlocks de la tundra y un largo etcétera con razones que se atreven a suponer que la nieve y el frío son una desolación macabra que hace hervir la sangre de cualquiera.
Lo cierto es que vine a Estocolmo para intentar seguir la neblina de un fantasma enigmático y, por lo visto, inapresable. Un velo de misterio rodea la lamentable desaparición de Bendjelloul, joven con apenas 36 primaveras encima, ganador del Oscar al mejor documental por su genial investigación, redacción y dirección en Searching for Sugarman y he venido en busca de Malik como quien desea revelar si hubiera una razón tras su muerte, un motivo para el suicidio que ya fue anunciado por su hermano o una posible explicación para el generalizado mutismo con el que casi no se habla del tema entre suecos. He pedido que me traduzcan la hermosa pero incomprensible lengua florida con la que los descendientes de vikingos envuelven los periódicos al leerlos, palabras como graznidos, verbos como alas labiodentales, adjetivos sin tantas vocales y demás sonidos que parecen cantos de patos. He pedido la opinión de quienes viajan en el metro por debajo del archipiélago de todas las islas y he caminado al lado de ciudadanos que van a lo suyo, pero dispuestos a opinar sobre Malik y nadie se lo explica: un joven cineasta, con todas las películas posibles por delante, muy popular desde joven cuando aparecía como actor en una muy gustada serie de la televisión sueca, y luego periodista de refinadas notas y documentalista exitoso con sus retratos en video de Elton John, Björk y otras estrellas del rock… el hombre que lo dejó todo para recorrer el mundo en busca de una historia y convirtió su vida en la búsqueda de Rodríguez, el Sugar Man de su documental galardonado.
En Searching for Sugarman Bendjoulloul cuajó un documental que sigue la huella de un cantante y compositor que todos creían muerto. Rodríguez, de origen mexicano, cantante a lo Dylan, bardo de alcantarillas que logró grabar dos discos en una época en que el mundo parecía girar como acetato nunca supo que su música se había convertido en himno contra el Aparteheid en Sudáfrica, que sus discos se vendieron por millares en esa zona tan remota del Detroit a donde se resignó a seguir siendo anónimo trabajador de la construcción anónima, del concreto sin nombre… hasta que Malik Bedjelloul tuvo a bien filmar su neblina, la huella de sus ausencias y rescatarlo del olvido.
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