28 de Mayo 2014
En el Distrito Federal, la prostitución masculina ha proliferado por más de 13 años sobre la avenida Paseo de la Reforma. Sin embargo, en pleno siglo 21 para las autoridades, la actividad resulta de su absoluto desconocimiento.
En un perímetro de 650 metros, desde la calle Varsovia hasta Burdeos sobre las arterias de Hamburgo y Reforma, unos 120 hombres rentan su cuerpo cada noche durante los fines de semana.
A pesar de que esta realidad suele estar escondida, los llamados “chavos buena onda” trabajan en La Zona Rosa de esta ciudad, y se dedican a atender tanto a hombres como a mujeres.
Lo que de día es un corredor repleto de comedores y supermercados coreanos, de noche se convierte en un concurrido catálogo de sexoservidores de 17 a 35 años, quienes con el celular en mano esperan a sus próximos clientes a la orilla de la banqueta mientras fuman y platican.
Cada quien es su propio jefe y casi todos se conocen. Unos incluso fueron invitados por sus amigos, pues aseguran que el oficio significa dinero fácil y rápido.
Prometen placer a quien por lo menos pague 500 pesos por 40 minutos de servicio que incluye sexo oral y penetración.
Aunque todos visten como hombres, sobre Reforma aparecen aquellos con un aspecto más afeminado que los “versátiles de la cuadra”, que se encuentran en Hamburgo, cuya apariencia es completamente varonil y se consideran “activos sexuales”. Ahí trabaja Michel de 19 años, quien lleva 48 meses de su vida rentándose.
“Para mí, este empleo significa dinero”, dice, pues ha ganado hasta 17 mil pesos con un solo cliente.
La mayoría de sus encuentros son con hombres porque, asegura, lo buscan por su apariencia varonil. “Me pagan la droga y todo, o les gusta que te estés drogando con ellos”.
Las tarifas son variables para cada persona. Por ejemplo, Alexander cobra entre 500 y mil pesos el servicio, “dependiendo de lo que quiera el cliente”.
Desde hace cuatro meses trabaja en las calles y a través de un blog en internet, donde postea fotos de su delgado cuerpo y bonito rostro.
“He tenido clientes muy buenos, el fin pasado estuve con un colombiano que vino por cuestiones de trabajo. No hubo contacto sexual, sólo fue compañía y me pagó 2,500 dólares por el fin, más viáticos. Fui su guía turística”, dice.
Al ser un chico de “alta gama” o muy solicitado, afirma que cuando recién llegó a la capital un narco lo rentó por una semana. “Me llevó una semana a Durango, quería diversión. No te imaginas la clase de personas tan importantes que puedes encontrar aquí”.
Los Chavos buena onda coinciden en que la mayoría de sus clientes son homosexuales aunque en muchas ocasiones “de closet”, pues gran parte de ellos son casados e incluso padres de familia.
“El perfil del cliente son hombres con vida heterosexual, casados, algunos con familia, de clase media alta y mayores de 30 años. Otros son de los que simplemente buscan sexo con otros hombres”, explicó Alexander.
“Creo que la soledad [de los clientes] los motiva a venir. No se sienten capaces de ligar a alguien, quieren ser escuchados o hay unos muy calientes que literalmente les sale más económico venirse acá que ligar en un antro”, cuenta Alexander.
Aunque es un mercado muy reducido, las mujeres también buscan sus servicios, pero no todos acceden a estar con ellas. “Es rara la mujer que te busca. Me han tocado casadas, guapas, operadas y con dinero”, confiesa Michel mientras fuma un cigarro de mariguana.
Job, de 24 años, sólo tiene sexo con hombres y aunque asegura que hay mujeres que le han ofrecido hasta tres mil pesos, él se ha negado. “Hay muchas chicas que están necesitadas y nos buscan, sobre todo las gorditas”.
Ellos dicen que para la supervivencia de su actividad la discreción absoluta es una “regla de oro”, por lo que casi siempre son llevados a hoteles cercanos como el Cies, el Bonampak, el Cozumel, el Puebla, o irónicamente, a las casas de sus clientes.
Su jornada laboral comienza a las diez de la noche y puede terminar hasta las cinco de la mañana. Por ejemplo, los domingos se convierten en días muy activos para ellos porque los buscan las parejas swingers.
Pedro, de 33 años, salió de prisión hace algunos meses y una forma de reinsertarse laboralmente ha sido la prostitución. Sin embargo, dice con orgullo que hay cosas que él no hace: “No soy maricón. Estoy aquí porque necesito dinero para mantener a mi hija”.
Sólo atiende a mujeres o participa en orgías, donde llega a cobrar hasta cinco mil pesos que los usa para pagar la renta del hotel donde vive, continuar su proceso de rehabilitación de drogas y alcohol, y sostener a su única hija.
La colonia Juárez no es el único lugar donde se ejerce la prostitución masculina, pero sí el más caro. Existen otros sitios como la Ciudadela, División del Norte, a las afueras del metro Hidalgo y el Zoológico de Chapultepec, donde los servicios suelen ser más económicos para el cliente.
Para los hombres, vender el cuerpo y pagar por tener sexo es una actividad más discriminada y marginada que la prostitución femenina, y en consecuencia la negligencia de las autoridades resulta mayor.
Al cuestionar a personal de la delegación Cuauhtémoc en diversas ocasiones sobre el tema, entre ellos el delegado y gente de comunicación, se negaron a dar respuestas.
Debido a la clandestinidad del oficio, no se tiene un control sanitario, ya que ningún sexoservidor cuenta con un tarjetón que acredite que son libres de cualquier infección de transmisión sexual. Son ellos mismos o el cliente quienes compran los condones.
Datos del Centro Nacional para la Prevención del VIH/sida (Censida) indican que 73.2 por ciento de quienes ejercen la prostitución masculina son contratados por hombres, y que en promedio tienen cuatro clientes por semana.
El informe explica que por cada 30 prostitutos, sólo siete venden placer a mujeres, ya que la mayoría de quienes contratan esos servicios solicitan sexo anal insertivo (75.6%) y de estos, sólo siete de cada diez utiliza preservativo.
Un factor común de los Chavos Buena Onda es que ninguno vive con su familia, la mayoría estudió hasta la secundaria, y sólo algunos hasta la preparatoria.
“Los clientes me han enseñado reglas de etiqueta y cultura general. Sé cómo comportarme en lugares bien”, afirma Álex, quien lleva nueve años prostituyéndose.
Todos los entrevistados tienen algo en común: ninguno se dice contento y viven el trabajo sexual como algo temporal, para lograr sus aspiraciones como pagarse los estudios, comprar una casa, poner un negocio de comida o una carpintería.
Es lo que hace Alexander, un toluqueño de 19 años que llegó al Distrito Federal para estudiar arquitectura y actuación. Sabe que su apariencia es pasajera. “Si puedes sacar provecho de tu cuerpo y quieres salir de una necesidad ésta es una solución. Seguiré un rato en lo que consigo mis propósitos, no me visualizo a mis 30 aquí. Lo tengo muy claro”, dice.
“No estoy contento y te aseguro que nadie de aquí lo estamos. Lo hago por necesidad porque me quedé sin trabajo y tuve que regresar”, agregó Job.
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