viernes, 23 de mayo de 2014

¿TE ATREVES?

23 de Mayo 2014

El imaginario de fantasías sexuales es casi infinito pero hay algunas experiencias que merecerían llevarse a la práctica, mientras todavía dispongamos de un cuerpo de carne y hueso.


1. Hacer un trío

“Podíamos haber tenido más sexo, pero no había gente suficiente”, dijo en una ocasión Woody Allen que, en otro momento, añadió “el sexo entre dos es algo hermoso, pero entre cinco es fantástico”. Hacer un trío es una de las fantasías sexuales más comunes entre hombres y mujeres. Una consecuencia lógica para cualquier mente mínimamente inquieta y con ganas de darle la vuelta a las cosas, que puede fácilmente preguntarse cómo será el sexo con la introducción de un tercer personaje. 

En las parejas de larga duración y con cierta curiosidad erótica, la perspectiva de un trío aparece antes o después, debido al hecho de que el número dos, que generalmente se aburre solo, tiende siempre a expandirse. Tras un cierto tiempo, la pareja tiene hijos, sobrinos, perros, gatos o nuevos compañeros de cama. Existen un sinfín de artículos que avisan de las reglas a establecer a la hora de hacer un trío. Yo solo soy partidaria de dos básicas: sexo seguro –preservativo– y evitar hacerlo con alguien al que nos unan ciertos vínculos afectivos. Lo demás se verá sobre la marcha, puesto que reglas y prohibiciones tenemos ya de sobra.


Están también los apocalípticos de este tipo de prácticas, que predicen un futuro de caos y destrucción y el fin irremediable de la pareja, en el caso de que la haya. Créanme, a la mañana siguiente el aire sigue siendo respirable y la Tierra gira en su misma órbita. Y si la experiencia ha sido gratificante, el paso siguiente es incluir a más individuos en la relación. Los swingers sostienen que el sexo en grupo nunca ha hecho que un mal matrimonio sea bueno, pero sí ha conseguido que un buen matrimonio sea mejor, además de ser un amplificador de las sensaciones que se tienen cuando se mantienen relaciones con una sola persona y además, según ellos, nos enseña complicidad y tolerancia.

2. Probar con una persona de tu mismo sexo


En el sexo, como en todos los ámbitos de la vida, uno puede ir en plan turista, buscando principalmente la seguridad, el confort y la ausencia de problemas, o hacerlo a la manera de los viajeros, donde la incertidumbre, la incomodidad, el polvo y los imprevistos están a la orden del día, pero también las experiencias más vivas y menos artificiales. Los que elijan el camino cuesta arriba llegarán más cansados, pero tendrán también mejores vistas, una vez alcanzada la cima. Si entendemos la sexualidad como un viaje y no como una excursión organizada, es muy probable que, en algún momento de nuestras vidas, nos preguntemos qué hay detrás de la valla de la heterosexualidad y queramos probar una experiencia con alguien del mismo sexo. Según un artículo del Huffington Post titulado 11 Cosas que siempre quiso saber sobre el sexo lésbico y nunca se atrevió a preguntar, el 80% de las mujeres heterosexuales ha tenido fantasías lésbicas.

Muchas que quisieran poner en práctica esta idea contarían con la aprobación de su pareja, a la que generalmente le pone pensar en su novia haciéndoselo con otra chica –¿cuántas mujeres aprobarían que su novio se lo hiciera con otro hombre?–. Además, casi todos podemos imaginar y predecir lo que va a ocurrir en una relación sexual hombre-mujer, incluso hombre-hombre, pero es más complicado visualizar lo que pasa entre dos mujeres, si una no lo ha experimentado antes. Lo único predecible es que la lengua, manos e imaginación serán, en principio, las armas disponibles para reemplazar al omnipresente falo. Hace años escribí un artículo sobre amor entre mujeres y hablé con muchas. Algunas eran homosexuales puras, otras bisexuales y otras habían pasado por épocas heteras u homo, alternativamente. Pero recuerdo que dos de las que habían mantenido relaciones con hombres me comentaron que tuvieron su primer orgasmo con el sexo lésbico, que les aportó una considerable dosis de sensualidad y les ayudó a conocer a fondo el cuerpo femenino.

3. Practicar el sexo con alguien que no hable ni una sola palabra de tu idioma.


Durante años hemos escuchado el mantra de que la comunicación es la base de una buena relación, pero no todo el mundo está de acuerdo con eso. Por lo pronto, la psicóloga norteamericana Sue Johnson, especializada en la terapia focalizada en las emociones, lo que los anglosajones llaman ETF (Emotionally Focused Therapy), y autora del libro Abrázame fuerte: Siete conversaciones para un amor duradero (Urano, 2009) sostiene que los cimientos para una buena armonía en la pareja pasan por establecer una conexión emocional segura y fortalecer el vínculo afectivo. Johnson describe en su obra cómo en sus inicios como terapeuta de parejas se dio cuenta de que éstas no querían ser razonables y que el amor tenía más que ver con cosas no negociables ni lógicas que con argumentos intelectuales.

Las emociones pueden expresarse de palabra, pero parece que no es tan importante lo que se dice sino cómo se dice y, de la misma forma que a los bebés no solo hay que comunicarles que se les quiere sino que es más importante abrazarlos, tocarlos, jugar con ellos y demostrarles nuestro afecto, más con hechos que con palabras, lo mismo nos ocurre a los adultos.

En un artículo de 2forcouples.com, titulado Lovers who speek different languages (literally), el escritor canadiense Mark Moyes relataba sus experiencias cuando fue a vivir un tiempo a Japón y conoció a una japones
a con la que intimó. El completo desconocimiento de la lengua del otro, convirtió la relación de pareja en una película muda o, como mucho, en una de Tarzán en la que los diálogos se reducían a la frase “yo Tarzán, tu Jane”, pero la falta de entendimiento, lejos de ser un impedimento para la relación o para el sexo, como reconoce Moyes, fue más bien una ventaja. El escritor aprendió mucho sobre comunicación no verbal y, como cuenta en el artículo, “el amor y sus más primitivos elementos: actitud protectora, ternura, intimidad… crecen más rápido cuando uno no puede protegerse detrás de las palabras. Cuando solo eres algo”.

Cuando no hay vocabulario, hay que recurrir a otro lenguaje, generalmente más rico y que todos conocemos, y que describe mucho mejor nuestras emociones. ¿Necesitan los dueños de perros, gatos u otras mascotas, una lengua para comunicarse con sus amigos más fieles? Yo más bien pienso que si los animales y los humanos tuvieran un lenguaje común, desaparecería toda la magia y la grandiosidad que existe entre un hombre y su perro.

4. Explorar el sexo tántrico


Hace cientos de años los tántricos desarrollaron su doctrina para adquirir un mayor nivel de consciencia y se valieron del sexo porque estaban convencidos de que la sexualidad es la mayor fuente de energía de que dispone el ser humano. Hoy en día, la palabra tantra nos remite automáticamente a la idea de una serie de prácticas sexuales para retrasar la eyaculación y potenciar el orgasmo. “Es lo que se llama neotantra. Una visión parcial de esta filosofía encaminada a mejorar las relaciones sexuales, aunque sus efectos llegan a todos los ámbitos de la vida. Es lo que ocurre con el yoga. Uno puede querer empezar a practicarlo para sentirse más flexible pero sus consecuencias van mucho más allá”, comenta Munindra, maestro tántrico que imparte clases en España en su escuela Tantraway

Según Munindra, “la sexualidad que habitualmente tenemos es bastante inconsciente y, aunque aprendamos cosas nuevas, ésta se rige habitualmente por un patrón demasiado mecánico. Con el tantra podemos hacer que se vuelva algo más consciente, lo que hará que disfrutemos más de ella y que además, a través de nuestras relaciones sexuales podamos empezar a descubrir cosas y crecer en otros ámbitos de nuestra existencia”.

“Muchos de los ejercicios que proponen ahora los sexólogos para mejorar la calidad de las relaciones vienen del yoga o del tantra”, asegura este maestro, “y la mayoría son prácticas sencillas de respiración o control de los músculos pélvicos. En el tantra, como en el yoga, uno elige el nivel en el que quiere trabajar. No hace falta hacerse vegetariano ni retirarse a un ashram para empezar a disfrutar de sus beneficios. Y que nadie piense que los tántricos eran un puñado de gente aburrida que quería retirarse del mundo. Al contrario, lo que ellos pretendían eran ser más conscientes de todo lo que ocurría a su alrededor”.

5. Tener una aventura


Antes que nada aclararé que mi idea de amante se corresponde con la de una persona a la que se ve casi exclusivamente para tener sexo y con el que nos une un vínculo puramente sexual; no hace falta tener pareja para tener un amante, se puede hacer perfectamente estando soltero. Lo interesante de esta propuesta es el hecho de relacionarse con alguien por motivos estrictamente sexuales, sin ánimo de lucro y cuyo fin primordial es rendir culto a la lujuria.

Un compañero sexual sin compromiso con el que explorar las diferentes facetas de la sexualidad es un perfecto entrenamiento para crecer en este ámbito, además de proporcionar una sensación de aventura gracias a los encuentros en lugares poco comunes, la puesta en práctica de nuevas posturas, las visitas imprevistas a altas horas de la madrugada y demás ideas que vayan surgiendo por ambas partes.

“El amor es el ingrediente secreto del sexo”, le decía una amiga a la protagonista de Nymphomaniac. Cierto, pero también es verdad que muchas veces el amor, o esa equivocada idea que a menudo se tiene del enamoramiento, nos ha impedido disfrutar del sexo todo lo que deberíamos, probablemente fijando la atención, única y exclusivamente, en satisfacer al otro.

En un artículo de Suzanne Braun Lavine titulado 8 Reasons why sex is better after 50 dedicado a las mujeres, la autora enumera en segundo lugar que “se puede separar el sexo del amor”. En este apartado Suzanne subraya cómo “antes de los 50, la mayor parte de las mujeres invierte muchos años en mitos románticos –como unir sexo, matrimonio y amor–, pero cuando se entra en la segunda edad adulta, la experiencia y la independencia que traen los años hace que muchas mujeres empiecen a separar sexo de compromiso, lo que les hace diseñar a su gusto sus encuentros sexuales, ya sea con conocidos, amantes o amigos con derecho a roce y disfrutar de su sexualidad, sin más”. La buena noticia es que con un amante no hay que esperar a cumplir esa edad.


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