"Madre Prodigiosa"
Alegoría de la Bandera
Serie "Germinal"
¿Más? Haz clic en
“Avanzar es
ir hacia abajo”
Exposición que estará
abierta hasta el 12 de julio.
Jorge Ricardo
Para REFORMA
Cd. de México (31 mayo 2014).
¿Resúmenes?
"Resúmenes",
confirma Daniel Lezama (DF, 1968), sobre lo que son sus pinturas: escenas
trágicas, festivas, oscuras o eróticas que condensan la psique personal, la
historia, los miedos, los mitos y los sueños.
"La
pintura es una imagen dirigida -dice rápidamente-, eso es lo que la distingue
de una imagen mediática. Yo no hago snapshots (instantáneas), sino imágenes que
aspiran a condensar y a ser profundas".
Está sobre
un sofá de cuero negro en la Galería Hilario Galguera (Francisco Pimentel 3,
Colonia San Rafael). Arriba, en el primer piso, 23 de sus cuadros son
exhibidos, entre ellos la serie "Tamoanchan", aunque él rechaza que
haya series.
"Todo
es un bucear en la oscuridad del inconsciente, y de ahí sacar trozos de lo que
uno no sabe qué es y tratar de explicárselo. Luego se le pone el nombre de una
serie para agruparlos", explica.
Tamoanchan
es una región mítica prehispánica. Residían ahí los dioses que fueron
expulsados por el pecado hacia la tierra y el inframundo. También es un árbol
que sangra y que cruza todo inframundo. A Lezama le atrae esa promiscuidad de
la poética indígena, esa mezcla de sangre, de dioses y pecado.
Su obra,
añade, está muy cerca a ese concepto, la promiscuidad, que llena de oscuridad y
de locura, de tristeza y farsa, la superficie de sus cuadros. "La
promiscuidad implica el entrelazamiento de las esencias de las cosas opuestas,
es lo que me gusta".
En 2012,
antes de comenzar a pintar los cuadros, no conocía el Tamoanchan. Aun así trazó
con su estilo naturalista cuerpos morenos y desnudos en el tronco de los
árboles; mujeres de pechos caídos dando a luz entre bosques devastados; penes y
ombligos convertidos en ramas y raíces.
Luego
descubrió el libro Tamoanchan y Tlalocan, de Alfredo López Austin, y entonces
se preguntó si se puede llegar a concebir imágenes iguales separadas por varios
siglos.
"Sí -
se dijo-, es posible que la mitología sea hereditaria".
La respuesta
que él mismo se dio también es una manera de hacerse a un lado.
Sus
resúmenes, trágicos o festivos, dice, existieron antes en la historia y el
inconsciente y son reconocibles, quizás, por los espectadores en algo casi
parecido a un iceberg: todo mundo reconoce lo que sobresale, pero cada uno debe
imaginar lo que está en el fondo.
Su función
como artista, insiste Lezama, es bucear en lo profundo. "Avanzar es
enterrarse, ir más abajo".
Así descubre
lo que quizás ya existe en cada hombre. Su exposición que estará abierta hasta
el 12 de julio da cuenta lo que hizo: "Trabajar para encontrar el
Tamoanchan, que ya estaba en lo profundo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario