viernes, 29 de octubre de 2010

LA COLUMNA DE JUAN VILLORO: VER Y NO VER. Pero aquí cabe la contraindicación: ABRE BIEN LOS OJOS.

"VER LO INVISIBLE"
¡GOL de Chicharito contra el Stoke City !

Date cuenta lo que genera, gracias al talento del escritor, un gol extraordinario del Chicharito: Lee, reflexiona y aplaude...
¡a mí me pasó lo mismo!

Y, ¿qué tiene que ver esta imagen de María Félix frente al espejo...?
Lee y entérate:




Ver y no ver
. Reforma
Juan Villoro
29 Oct. 10

Los espejos retrovisores llegaron para mostrar lo importante que sería tener ojos en la nuca. El fantástico gol que el Chicharito Hernández acaba de anotar con el Manchester United se basa en dos prodigios: el delantero remató con la coronilla y lo hizo de manera intencional. No fue una chiripa, sino la comprobación de un axioma místico: el que ve sin ojos, ve mejor.

Javier Hernández ya tenía todos los requisitos para ser el gran ídolo de la afición mexicana. Ahora ha realizado una jugada única, acaso irrepetible: el gol ciego. La proeza adquiere especial valor simbólico en un tiempo de mirones: no vio cuando todos lo veían.

La omnipresencia de las cámaras nos ha acostumbrado a que algo sólo sucede si es visto. Una boda sin imágenes es un matrimonio secreto. No es casual que en esta selva de ojos abunden los tatuajes en la espalda, destinados a la mirada ajena.

La tendencia a dejar constancia visual de lo que hacemos ha llevado a la proliferación de videos porno amateurs. ¿Se trata de exhibicionismo, erotismo espectral o de una crasa búsqueda de identidad? La gente existe porque se retrata; a tal grado que a veces olvida que tiene una cámara enfrente (lo raro en tiempos de reality show es no tenerla). El voyeurismo, que presupone una conducta de espionaje, es ya un oficio arcaico.

Antes, para verte la nuca tenías que ir a la peluquería, donde los espejos contrapuestos proyectaban tu imagen sin fin. Los famosos ya disponían del privilegio de verse de espaldas en una pantalla, pero el común de los mortales necesitaba una tortícolis o un lumbago para recordar sus partes traseras.

El siglo XXI se desarrolla como un safari de imágenes. En cualquier museo podemos ver la Obra Maestra retratada por un teléfono celular. Lo singular no es que busque atrapar la realidad, sino que sólo la contemple a través de un aparato: el visitante no despega los ojos de la cámara; el museo no está "ahí", sino en su pantalla.

A continuación, ocurre un conflicto generacional. El padre dice: "Deja de fotografiar: ¡usa tus ojos!". Su hija adolescente le hace caso, pero sólo porque acaba de recibir un tweet.

El harén de Estambul era vigilado por eunucos que contemplaban lo ocurrido en un espejo. No custodiaban cuerpos sino reflejos. Privados de toda participación, veían de manera diferida sombras, siluetas, figuras en el aire. No eran muy distintos a quienes se adentran en un museo como coleccionistas digitales. ¿Llegará el momento en que ir a un sitio sea lo mismo que recorrerlo en internet?

El histórico misterio de la espalda se ha perdido. En La reproducción prohibida, Magritte retrató al magnate Edward James ante un espejo. El protagonista está de espaldas, ante un espejo que también lo refleja de espaldas. Ahí lo importante es lo que se esconde, el rostro "prohibido".

La pintura debe mucho al ocultamiento. En 1953, Robert Rauschenberg decidió hacer una obra "vacía", que significara la desaparición de otra. Si la obsesión de la mirada ha sido la reproducción y la copia, él decidió des-copiar: borrar un dibujo de Willem de Kooning. Su amigo aceptó sacrificar un boceto que le interesaba poco y Rauschenberg procedió a borrarlo línea a línea hasta llegar a una hoja en blanco. El significado del cuadro dependía del título: Erased de Kooning (De Kooning borrado).

El alarde de realzar lo que no se ve alcanzó un momento superior cuando Marcel Duchamp trabajó con reproducciones de la Gioconda. Primero ultrajó a la Mona Lisa pintándole bigotes. Luego retiró la ofensa: el cuadro quedó como siempre, pero él pudo llamarlo Mona Lisa afeitada.

La invención de las cámaras llevó a la pintura a buscar el misterio de lo que puede ser insinuado pero no reproducido. Nuestra época estimula a ser como aquellos visionarios. En todas partes somos vistos y filmados. En consecuencia, cerrar los ojos es un arte y desviar la vista, un virtuosismo.

El Zen enseña a disparar el arco sin ver el blanco, sugiriendo que toda visión genuina es interior. Lo mismo ocurría con los pintores bizantinos de la época de Justiniano. Antes de pintar un icono eran recluidos en un cuarto sin luz. Vivían ahí hasta que se acostumbraban a la penumbra y distinguían tenues contornos. Sólo cuando adquirían esta habilidad eran liberados; se adaptaban poco a poco a la luz y luego pintaban, no lo que veían, sino lo que recordaban de su residencia en las sombras, donde la luminosidad existe en secreto.

Hacer las cosas a ciegas se ha vuelto más valioso. No sólo en las selectas galerías, sino también en los estadios abiertos al ojo público. Ahí está el gol del Chicharito contra el Stoke City para demostrarlo.

Todo deporte prefigura situaciones que no ocurren pero pueden ocurrir. El "pase al hueco" es una acción de este tipo: el balón va rumbo a la nada (el cuadro borrado por Rauschenberg) donde de pronto aparece alguien (los trazos de De Kooning).

Los místicos y algunos grandes artistas cierran los ojos para ver. Lo mismo hizo el Chicharito Hernández con su gol ciego: millones de personas lo veían, pero sólo él vio lo invisible.

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