sábado, 15 de marzo de 2014

DEL CIELO AL INFIERNO



Por Chava Rock

El riesgo fue grande. Fue un reto el edificar un festival de metal en dónde no se hacen grandes festivales heavys, pese a la gran cantidad de bandas y público que hay amante del género.

Los creadores del festival llevan ya cinco años realizando el Hell and Heaven, para su cuarta edición creció y se multiplicó, pero esta sentencia bíblica no se pudo lograr por la intervención de “una fuerza de muy arriba”, comentaron Juan Carlos Guerrero y Javier Castañeda, dos de los empresarios de Live Talent, compañía organizadora del festival.

Las primeras tres ediciones del festival se celebraron en Guadalajara, Jalisco, en el que fue evidente como el encuentro metalero cobró paulatinamente mayor presencia. Los mismos del Hell and Heaven ya se habían hecho presentes en la Ciudad de México con dos ediciones de un festival denominado Force Fest, una extensión del Hell... El segundo Force Fest se realizó el 17 de mayo de 2013, en el Palacio de los Deportes, con Mötorhead, Anthrax, Testament y Suicidal Tendencies como cabezas de cartel. Desde allí se robusteció la idea de hacer en 2014 un festival más grande, de mayor impacto.

La organización creció, se sumaron nuevos inversionistas y se reforzó el equipo, hasta que se logró lo impensable, reunir al super elenco que todo metalero alguna vez soñó, pero que jamás pensó acariciar la oportunidad de tenerlo en México. La lista de los grupos participantes se dio a conocer poco a poco, muy al estilo de como lo que hace la gente del Hell and Heaven, cuando quedó completo el elenco, fue fácil apreciar que no era un festival cualquiera, no era uno más, era el encuentro de metal más grande que pretendía hacerse en Latinoamérica.

¿De dónde salió el presupuesto para reunir a Kiss y Guns n’ Roses, bandas que en la Ciudad de México cada una puede convocar a 50 mil personas? ¿Cómo es que no se habían reunido a estas agrupaciones por otras empresas consolidadas en la realización de conciertos?

Desde un principio se dieron comportamientos poco habituales en la realización de festivales de rock. Se anunció el cartel el 12 de diciembre de 2013, se inició la venta de boletos, se transmitió la conferencia en vivo en un canal de televisión (Telehit), estuvo prácticamente todo sobre la mesa, solo faltaba un detalle, un importante y curioso aspecto: ¿en dónde sería este encuentro?

Así es, se anunció todo menos en qué lugar sería el festival. Lo que a la postre fue el talón de Aquiles de los promotores. De hecho, en un principio los mismos organizadores mencionaban que se haría dentro de la Ciudad de México, fue entonces que empezó el juego de la especulación, se habló de la Arena Ciudad de México (pues allí se empezaron a vender los boletos), se pensó en grandes recintos, finalmente se informó que el foro sería en el Recinto Ferial de Texcoco.

Después empezó una impresionante campaña mediática, que colocó al festival y al heavy metal en el lenguaje cotidiano de la gente, al menos de la Ciudad de México. En Televisa varios de sus conductores hablaban de heavy metal en sus diferentes emisiones. La intención fue precisamente que con presencia mediática se le diera un giro a un festival metalero hacia un festival familiar. Lo consiguieron, solo tuvieron en contra la alta inseguridad que se vive, no solo en Texcoco, sino en todo el Estado de México.

¿Qué información tuvo el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, que se vio precisado a intervenir y contar con el respaldo de la Secretaría de Gobernación? El gobernador mexiquense dijo a los medios de comunicación que a él le gustaba el rock, que le gustaba Kiss, Guns n’ Roses, que a su hijos les gusta asistir a conciertos, pero “como padre de familia yo no voy a exponer a mis hijos y a la gente que eventualmente pudiese ir” al Hell and Heaven, bajo el argumento de que no se contaban con las debidas normas de seguridad para un evento de estas características.

A partir de esta declaración se le cerraron las puertas al festival, empezando por la de Texcoco. Se acudió a los gobiernos de Tlaxcala, Morelos, Puebla y Distrito Federal, por la premura del tiempo y por los antecedentes de su cancelación en el Estado de México, ya no pudieron hacerlo, incluso ni de forma gratuita. “No” fue la voz que se escuchaba antes de cerrarles la puerta.

De pronto el festival y sus creadores protagonizaron un guion cinematográfico. Buscar en diez días una plaza. Los grupos estaban contratados, pagados, el equipo de varios de ellos llegó al país, sin embargo en todos lados los mandaron con su heavys a otra parte. La empresa calculó una pérdida de 150 millones de pesos. La gente se perdió la oportunidad de disfrutar el festival heavy más grande de la historia del país.

Con una cancelación así, solo hay uno que se beneficia: el represor. El que no tuvo elementos para convencer a la opinión pública que un festival de heavy metal no es un peligro. Si su interés es “defender y proteger a la ciudadanía”, tanta sangre derramada es un ejemplo de su política del fracaso. Es allí en donde están los focos rojos y no en la música, que otra vez recibió un madrazo, como en los viejos y nuevos tiempos.

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