23 de Julio 2014
El último año del siglo xix —o primero del siglo xx, como quiera vérsele— vio la luz el libro Die Traumdeutung —La interpretación de los sueños—, escrito por Sigmund Freud, el cual sería un parteaguas en nuestras noches y en nuestros días; en él, el doctor austriaco nos confirma lo que nos temíamos: que nuestros sueños no son más que deseos insatisfechos y pulsiones escondidas. De hecho, él sostiene que hay dos caminos para la formación del sueño: una pulsión sofocada y los remanentes diurnos, es decir, el deseo y lo que vivimos el día o los días anteriores. La combinación de ambos resulta en los elementos que a veces encontramos revueltos en el sueño.
Algunas teorías recientes afirman que los sueños no son sino un mero entretenimiento del cerebro mientras el cuerpo descansa.
Por otro lado, el deseo onírico está sujeto a una fuerza interna censora —que luego se conocería como «superyó»—, la cual funciona como un mecanismo de represión que puede eludirse a través de distintos procesos del trabajo del sueño, que actúan sobre el deseo para presentarnos lo que soñamos tal y como lo recordamos. Estos mecanismos son:
La condensación: un objeto en el sueño representa distintas asociaciones e ideas.
El desplazamiento: el significado emocional de un objeto en el sueño es separado de su objeto real o traspasado a uno completamente distinto.
La representación: el pensamiento es trasladado a imágenes.
El simbolismo: un símbolo reemplaza una acción, una persona o una idea.
Posteriormente, Jung ahondaría aún más en esta parte del psicoanálisis, al afirmar que los sueños reflejan la riqueza y la complejidad del inconsciente —tanto personal como colectivo— y al sostener que los arquetipos culturales —como la muerte, el alma, la sombra, la madre, etcétera— se manifiestan en los sueños como símbolos, imágenes o figuras.
Largo tiempo soñando
Desde la antigüedad, los sueños se han considerado algo sobrenatural, un medio de comunicación con el más allá o de intervención divina, y no ha habido época ni cultura que se haya escapado de la tentación de saber qué son y qué ocultan. Por eso el tema se ha prestado para la manipulación, la supuesta cura de enfermedades, la transmisión de conocimientos y mensajes y, desde luego, para ver el futuro, como en los sueños premonitorios. Y, de remate, están las pesadillas, que, más allá de lo que vemos, sólo sirven para despertarse a gritos y estar paranoico al día siguiente.
Sueños pop
Por otro lado, si verdaderamente pudiéramos ver el porvenir en un sueño, ¿no sería posible entonces cambiar el futuro? Y si pudiéramos «telepatearnos» los unos con los otros, ¿se arreglarían los conflictos del mundo o se harían peores? Estos cuestionamientos son el resultado de la teoría light de la interpretación de los sueños —o, lo que es lo mismo, descifrar cada quien lo que se le ocurra y como mejor le acomode—. Lo vemos cotidianamente: la cultura popular, el new age, la posmodernidad, el esoterismo y hasta las revistas femeninas recurren a la interpretación de los sueños para «llegar hasta nuestro verdadero yo», y lo hacen de forma pueril y francamente risible.
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