lunes, 11 de agosto de 2014

CIENCIA FICCIÓN: IMAGINAR EL FUTURO

11 de Agosto 2014

Temer al futuro ha sido una tendencia inevitable de nuestra especie. En los tiempos antiguos y del hombre medieval, abundaron los profetas que, sintiéndose tocados por un soplo divino, afirmaban que el mundo estaba condenado y que, por ende, todo estaba a punto de terminar —o, mejor dicho, de ser destruido— en un mar de fuego, gritos, terremotos y horror.

Pero, a principios del siglo xvi, el enfoque humanístico del Renacimiento hizo que algunas almas ya no se sobrecogieran con los días por venir, sino que imaginaran que el hombre, sus creaciones y la naturaleza prosperarían en armonía y que habría un futuro brillante y satisfactorio para todos. Quinientos años después, aún esperamos que ese destino nos alcance.

Mientras llega, lo único que queda es explorar lo dicho en las páginas de quienes, a la luz de la razón, los avances de la técnica y el estudio de la naturaleza, se han dado el lujo de atisbar el mañana —no siempre optimista—, de visitar otros mundos o de destruir y trastocar la Tierra… sin salir de casa.

«Yo no intento describir el futuro; trato de evitarlo», Ray Bradbury.

¿Qué es la ciencia ficción?

Es difícil fijar con claridad los límites de la ciencia ficción. Rod Serling, guionista y artífice de la teleserie Dimensión desconocida, dijo al respecto: «Fantasía es lo imposible hecho probable; ciencia ficción es lo improbable hecho posible».

Robert A. Heinlein, una de las plumas más notables de este género, dio una definición más amplia y precisa: «Especulación realista acerca de posibles eventos futuros, basada en el conocimiento adecuado del mundo real, pasado y presente, y en la comprensión de la naturaleza e importancia 
del método científico».


El término ciencia ficción es, si se le mira bien, un oxímoron: la ciencia confía en que el conocimiento tiene su raíz en
 la evidencia de los sentidos, en el razonamiento de los fenómenos y en la comprobación metódica para llegar a generalizaciones. Nada más alejado de la ficción que eso.

Lo que sucedió fue que, en el siglo xvii, cuando la ciencia adquirió su investidura moderna, empezaron a producirse textos que especulaban sobre las posibles consecuencias que traerían las nuevas tecnologías y los descubrimientos de aquel tiempo en la vida y sus quehaceres.

Algunos estudiosos señalan a Utopía (1516), de Tomás Moro, como el antecedente más temprano de la ciencia ficción —en adelante cf—, que inaugura y dará su nomenclatura a un género de ficción que describe estructuras sociopolíticas ideales. Después de las utopías renacentistas —como La città del Sole (1623), de Tomasso Campanella—, las primeras formas de cf tomaron la forma de los viajes imaginarios, y uno de sus iniciadores fue el baluarte del método científico: Francis Bacon y su New Atlantis, (1627); lo siguieron hombres de la talla de Johannes Kepler conSomnium —El sueño— (1634) y Cyrano de Bergerac y su L’autre monde—El otro mundo—, que proponen viajes a la superficie de la Luna, entonces visible al ojo humano gracias al recién inventado telescopio.

Durante el siglo xviii, diversos escritores europeos ensayaron nuevos esquemas narrativos que, aunados a los descubrimientos astronómicos y 
la invención del globo aerostático, dieron pie a fantásticos viajes siderales y a los confines de nuestro planeta. Más aún, en 1818, la escritora Mary Shelley publicó Frankenstein o el moderno Prometeo, una fantástica reflexión ética
 sobre la experimentación médica.

«La historia es una carrera entre la educación y la catástrofe», H. G. Wells.

La primera mitad del siglo xix sería terreno del «habitante del infierno»,Edgar Allan Poe, quien con Eureka! (1848) —una loa poética a la astronomía— y los relatos cortos «La conversación de Eiros y Charmion» —que imagina el futuro tras la extinción de la Tierra por el impacto de un cometa— y «Coloquio entre Monos y Una», exploró diversos géneros narrativos para la especulación científica.


Las traducciones de estas obras, hechas por Baudelaire, inspirarían a Julio Verne —considerado, por muchos, el padre de la cf—para emprender sus «Viajes extraordinarios»: Viaje al centro de la Tierra (1863), De la Tierra a la Luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870) y Alrededor de la Luna(1870), narraciones altamente imaginativas que extrapolaban las invenciones tecnológicas de la época para crear artefactos y vehículos que, por lo menos en teoría, eran técnicamente plausibles.

«Cualquier cosa que un hombre imagine, otro podrá hacerla realidad», Julio Verne.

Escritores ingleses, semilleros de la ciencia ficción


En los años previos a la llegada del siglo xx,
 los escritores de habla inglesa retomarían su predominio sobre el naciente género —que, dicho sea con justicia, siempre ha sido suyo— desde 
la asombrosa pluma de H. G. Wells—, quien, saturado por el júbilo y la angustia de la llegada de la nueva centuria, explotaría un nuevo subgénero: los «romances científicos», y brindaría las visiones futuristas más explícitas hasta entonces, con novelas como La máquina del tiempo (1895), El hombre invisible (1895), La isla del Dr. Moreau(1896) y La guerra de los mundos (1898), trabajos seminales
 que servirían de base para muchos de los temas recurrentes de la cf en los años venideros: los viajes en el tiempo, los efectos no siempre benéficos de la ciencia en el individuo y las invasiones extraterrestres —que, de entrada, presume la existencia de vida en otros planetas—.


Uno de 
los rasgos que distingue a Wells del resto de los precursores es que, por vez primera, la narración no sólo se encarga de describir aparatos y mundos fabulosos, sino que también aventura teorías sobre la condición humana en un futuro tecnificado.

Autores indispensables de la ciencia ficción —en orden alfabético—: Brian Aldiss, Isaac Asimov, J.G. Ballard, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Philip K. Dick, William Gibson, Robert A. Heinlein, Frank Herbert, Theodore Sturgeon, Roger Zelazny.

La ciencia ficción en revistas


Para la ciencia ficción, la primera mitad del siglo xx fue la «era de las revistas»: en 1908, el vendedor de equipo electrónico y editor Hugo Gernsback lanzó la revista Modern Electrics, dirigida a un público interesado en los últimos avances de la electrónica y las radiocomunicaciones. En 1920, Modern Electrics se convirtió en Science and Invention y dedicó la edición de agosto de 1923 a un género que llamóScientific fiction —ficción científica.

El boom de las narraciones de ciencia ficción fue en los años 50 y 60, más aún con el salto cuántico al cine y la televisión.

Alentado por la respuesta de esta experiencia, en 1926, Gernsback rebautizaría su revista como Amazing Stories, la cual no sólo sería la primera en concentrarse en narraciones de extrapolación científica y fantasía extraterrestre, sino también en tratar de definir el género con el apelativo descientifiction, que entonces era como la «mezcla evolutiva» de los romances científicos de Julio Verne y H. G. Wells, la pulp fiction y el periodismo científico.

Esta revista poseía un espíritu más didáctico que literario, ya que su premisa era ofrecer conocimientos tecnológicos que de otra manera no podrían obtenerse, y hacerlo de una manera disfrutable, a través de narraciones más o menos jugosas que intercalaban bloques explicativos —oinfodumps—, los cuales funcionaban como las pistas de un detective, hasta conducir al lector a un «salto» o avance científico significativo.

Aunque efímero, el éxito de Amazing
 Stories fue abrumador: en sólo unos meses, Gernsback vendía 100 mil ejemplares al
 mes y daba el espaldarazo definitivo a 
la naciente ciencia ficción. Años más tarde, en 1937, Astounding Science Fiction, editada por John Campbell Jr., tomaría la estafeta dejada porAmazing Stories.

Astounding publicó por primera vez
 a quienes se convertirían en las plumas más conocidas del género —Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Robert A. Heinlein, Theodore Sturgeon—, y fue determinante en la medida de que se convirtió en un foro de debate entre los fanáticos de la cf, que empezaron a organizarse en cofradías o clubs.


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